Lo cierto es que la legislación parlamentaria no compagina con la castrense en este tema, y aunque Santiago Creel haya o no tenido una razón sustantiva, una iracunda horda de diputados exigió su renuncia.
Pese a todo el escándalo realizado la verdadera pregunta es ¿Qué tan trascendente para la vida parlamentaria es que los militares hayan sido impedidos de ingresar al Salón de Plenos con armas? ¿Cambia en algo la vida política del país? ¿Es suficiente una falla en la interpretación de la reglamentación parlamentaria para exigir iracundamente la remoción del presidente de la Mesa Directiva?
El zafarrancho en San Lázaro no es más que un absurdo, ocurrencia pura, que de carambola solo benefició la figura política del panista Santiago Creel, pues cuando los perros ladran es porque van pasando, parafraseando al gran Quijote.
Total, que los que se fueron quieren regresar y los que llegaron se quieren quedar por mucho tiempo más, lo demás no les importa para nada. |