“Vamos a retirarnos de nuestros centros de trabajo porque no se tomó en cuenta el esfuerzo y nuestra capacidad (...) Nos vamos, pero seguiremos en la lucha legal y social para defender los derechos que buscan arrebatarnos”, dijo pasadas las 2 de la tarde.
Con Navarrete a la cabeza, los empleados sindicalizados arrancaron con la movilización. Los únicos que no se movieron fueron los 300 trabajadores de confianza, quienes hasta la fecha no han sido notificados ni informados sobre su futuro. No obstante, desde ayer ningún oficinista tiene acceso a la base de datos y el cobro ahora lo hace el Grupo MAS en el Auditorio Benito Juárez.
Pero ese llamado a la cordura y a la resignación temporal duró poco: Una hora y media después, tras haber marchado desde la avenida Cristóbal Colón hasta el zócalo porteño, los obreros no pudieron contener su enojo.
En cuanto llegaron a la plaza principal, dos empleados del Ayuntamiento pusieron un endeble candado para resguardar la puerta principal del inmueble. El intento de prevenir un posible ataque sólo incendió los ánimos de los ahora desempleados.
Un trabajador caminó hasta la puerta -la misma que fue quemada hace un par de meses- y confirmó que la cadena era tan frágil que un par de sacudidas la romperían. Entonces fue secundado por otros 4 sujetos que se abalanzaron contra la puerta de madera hasta que la derribaron.
El ingreso al Palacio donde desapacha Ramón Poo GIl sólo fue momentáneo. Un par de minutos después, sin avisar y sin importar que sus compañeros aún estuvieran en los bajos del edificio, un contingente de sindicalizados bombardeó con huevos.
Ya fueran zurdos o diestros, algunos se sintieron en una loma de pitcheo y trataron de acomodar los huevazos en los ventanales. Tomaron la suficiente distancia para alcanzar la planta alta del Palacio. Embarrados en el piso de mármol, en las puertas y barandales de madera, en las paredes blancas y en en el cristal de las ventanas, dos cartones de huevo aderazaron la movilización del SAS.
“Aquí les traemos huevos, alcalde, a ver si así da la cara”, gritó uno de los indignados.
Adentro, los empleados decidieron resguardarse y aseguraron las puertas restantes para evitar el ingreso de los inconformes. En menos de 5 minutos el edificio fue rodeado hasta que la líder tomó el micrófono.
“Aquí estamos alcalde, aquí estan los trabajadores a los que traicionó (...) Hoy nos han llegado llamadas para que aceptemos la liquidación que ustedes ofrecen, pero de común acuerdo hemos decidido no aceptarla y mantener la lucha”, dijo Angélica Navarrete.
Cuando parecía que la violencia podía escalar, la líder sindical pidió recuperar la tranquilidad y detener los golpes contra las puertas, los escupitajos a las ventanas y el hostigamiento contra los vigilantes del IPAX.
“Vamos a resistir mientras se presentan los amparos y las demandas. Estamos seguros, grábenselo muy bien en sus mentes, que un día vamos a regresar y lo haremos con la frente el alto (...) Dejaremos que Grupo MAS trabaje y entonces que la sociedad juzgue, porque a los tres alcaldes (Veracruz, Medellín y Boca del Río) los juzgará el tiempo”, dijo. |