El AVE perdió todo: no alcanzó derecho a ningún diputado plurinominal en la próxima Legislatura. Perdió las prerrogativas económicas que les da el Gobierno Federal a costa de los impuestos que bien podían servir para disminuir el número de pobres en este país. Perdió militancia. Perdió credibilidad. Perdió estructura. Y perdió hasta amigos.
Ahora, está muy disminuido, pero podría estar peor dentro de un año cuando apenas como Organización Política (ya no Partido Político) pueda postular candidatos para alcaldes. Imagínese a Alfredo Tress dirigiendo un AVE sin dinero, sin prestigio, sin sus mejores hombres y frente a perredistas y panistas envalentonados con todo el poder político y económico de Palacio. Todo ello sin contar con los Morenos que han ganado ya diputaciones federales y se convirtieron en la segunda fuerza legislativa local.
El AVE en el 2017 será un fantasma y si no se le mete mano a fondo, para el 2018 será un mal recuerdo. Lo digo porque a pesar de todo, Alfredo Tress tuvo mucha razón cuando dijo: “Conmigo, sin mí y a pesar de mí, el AVE va a seguir”.
Lamentable de verdad, porque al AVE se le veían espolones de gallo. Alfredo Tress lo dejó en la lona y si no pensáramos que es un partido con sentido patrimonialista hasta pudiéramos pensar que una renovación en la dirigencia podría darse pronto. Ahí tendría Usted que apuntar como posible sucesor al diputado electo Ernesto “El gallo bolo” Cuevas, a Paco Guevara o al derrotado Esteban Lagunes. Francisco Garrido hubiera sido un buen elemento… pero lo dejaron ir.
La debacle del AVE se debe, sin duda, a cerrar el partido a la democracia interna, a las guerras intestinas y la simulación electoral que aprovecharon muy bien para hacer patente la máxima de Carlos Ahumada, el señor de las ligas: “No he conocido a ningún político, que aun perdiendo, salga más pobre”.
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