Hay personajes políticos que durante sus cuestionadas y ruidosas gestiones políticas en los sexenios de Fidel Herrera Beltrán y Javier Duarte de Ochoa, fueron constantemente señalados por la opinión pública como funcionarios abusivos, soberbios, arrogantes, perdonavidas, pero sobre todo por pésimos servidores públicos. Todos unos Figurones.
La salud de los veracruzanos no representó nada para tantos funcionarios que pasaron por los mandos medios y superiores de la Secretaría de Salud, dependencia que tuvo las arcas abiertas para resolver las necesidades, vanidades y merecimientos que solo en su cabeza existían.
¿Cómo olvidar a un célebre Pablo Anaya Rivera quién puso el primer clavo a los servicios de salud dejando el sector con hospitales con un hacinamiento espantoso, con exceso cargas al factor humano, mala a la infraestructura y descontento popular? Con él aparecieron los héroes, empleados de enfermería, mantenimiento, transporte, medicina, laboratorios, que prefirieron poner por delante su apostolado en lugar de parar o dejar de dar el servicio. Esos héroes, con las uñas trataron de minimizar los efectos negativos del brote de dengue que Anaya soslayó a pesar del evidente avance que se denunciaba a nivel nacional, él sostenía una y otra vez que los estragos que se sufrían eran cosa de los medios.
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Esas condiciones, en un país tan lastimado como en el que vivimos, podrían considerarse hasta normales dentro de los sistemas de salud (sin que eso le quite culpas a Pablo Anaya), sin embargo, lo que marcó la gestión en Salud y la vino a poner en la mira de la corrupción y el desaseo, fue sin duda el contrato de prestación de servicios por 11 mil millones de pesos realizado con FINAMED y negociado por el Doctor Manuel Lila de Arce, siendo gobernador Fidel Herrera Beltrán.
Ese contrato dañó las finanzas del sector y Pablo Anaya lo solapó y pagó puntualmente a pesar de conocer las condiciones dolo-ventajosas de la empresa que prestaba el servicio. Pero ni siquiera será tan difícil de ubicar el daño, todo será cuestión que el próximo gobernador y la propia Federación dentro del Sistema Nacional Anticorrupción le rasque tantito para que Lila de Arce, Pablo Anaya, Fidel Herrera y Javier Duarte, sepan y aprendan lo que es hacer negocios en tierra ajena.
Lo curioso del tema fue que quien tuvo el valor de frenar tal negocio ilícito, al final haya tenido que pagar el caro precio de ser exhibido y perseguido públicamente. Dirigida directamente de Palacio, una líder sindical sin escrúpulos se prestó para hacer pagar a Juan Antonio Nemi Dib su osadía de revelar los secretos de Lila de Arce y Pablo Anaya. Al verse detenidos los pagos y llevado el contrato de FINAMED a la rescisión, se activó la maquinaria, o más bien dicho, se desactivó y los trabajadores sindicalizados del Sector Salud paralizaron las actividades en casi todo el Estado reclamando que todo estaba mal en la Secretaría. No pararon hasta que lograron la salida de Juan Antonio Nemi Dib. Todo fue, como dijera AMLO, un verdadero compló, y tan era un invento todo lo que le entramaron a Nemi, que a la llegada del siguiente Secretario, Fernando Benítez Obeso, todo se calmó como por arte de magia, por ensalmo y encanto todo volvió a la normalidad sin que se supiera que algo de lo reclamado se arreglara.
Juan Antonio Nemi Dib no hizo más que cumplir con su deber legal, pero sobre todo con el deber moral de poner en manos de las autoridades un caso que apestaba, en el que se realizaban pagos excesivos a una empresa que solo poseía una parte mínima del equipo con el que debía dar el servicio, pues lo demás era propiedad del Gobierno del Estado y el personal que daba el servicio (acertó) era pagado por la Secretaría con nuestros impuestos. ¡Qué bonito!
Pero no seremos nosotros quienes exculpemos ni quienes enjuiciemos. Al final, la labor del periodista no es esa. Serán autoridades las que se encargarán de poner los puntos sobre las íes y a deslindar responsabilidades. Desafortunadamente, para los efectos de la salud de los veracruzanos, lo que pase en un futuro no tendrá ningún efecto mitigador. Lo que hicieron con la Secretaría de Salud Anaya y Lila de Arce debería ser castigado con cárcel pues lo que estuvo en juego en todo momento, fueron vidas que se escaparon y deslizaron entre las sábanas sucias de cualquier hospital. En general la Secretaría de Salud no será galardonada con la medalla de honor por la transparencia y honestidad de sus funcionarios. Ha sido una docena trágica en la que todos tendrán su grado de responsabilidad. |