La economía de libre mercado volverá a imponerse con toda su voracidad y crudeza para darle ventajas de poder a los gringos, y volverán a poner en jaque a países que no protejan los intereses de sus empresas en sus espacios territoriales.
Ojalá y ahora, ante lo inevitable por venir, los mexicanos entendamos que el mundo hace tiempo cambió. Que nuestra actitud parroquial y conducta provinciana y sentimental debe finalmente quedar atrás. Habrá que darle paso a la productividad y competitividad que exigen los mercados internacionales.
Que aquel pensamiento de creernos una isla lo cancelemos y nos insertemos al mundo de manera proactiva y no pasiva.
Que el ser globales sólo puede sustentarse si consideramos nuestros propios intereses y que hoy la sociedad se mueve a partir de la utopía ciudadana; y que ésta, no es más que el estado le cumpla al ciudadano la protección de su vida, su libertad, el ser iguales frente a la ley, que se garantice su derecho al pago y disfrute pleno de su trabajo y del producto del mismo, entendido como sus bienes y propiedad.
Finalmente, que los gobernantes sean honestos, que rindan cuentas del patrimonio público que debe ser en beneficio del bienestar de la mayoría. Y si me apuran, habrá como sociedad que obligarles con mecanismos ciudadanos y mayor participación en la cosa pública.
El mundo evidentemente antes de ayer cambió y cambió dramáticamente por y para los ciudadanos. Vivimos la segunda muerte del ‘laissez faire’. Mientras más rápido se responda al ciudadano, más allá de los poderes fácticos del capital, de la oligarquía, y del beneficio de unos cuantos, menos riesgo habrá de arrastrar a la sociedad y a la ciudadanía a una aventura que ponga en riesgo la seguridad y el bienestar de todos.
El “Laissez faire, laissez passer” es una expresión francesa que significa «dejen hacer, dejen pasar», refiriéndose a una completa libertad en la economía: libre mercado, libre manufactura, bajos o nulos impuestos, libre mercado laboral y mínima intervención de los gobiernos. Así funciona la economía, pero no impide que los funcionarios públicos que la norman y la impulsan rindan cuentas precisas de sus actos. ¡No más duartazos!...
Esta es la utopía ciudadana, en la que nadie tenga el derecho de abusar de los demás. Y Donald Trump personificó esa esperanza en los estadounidenses, la esperanza de que por fin su propio gobierno deje de ponerles la bota en el cuello con regulaciones que les impiden hacer lo que hacen mejor: apoderarse de mercados con sus ventajas competitivas. ¿Que nada de eso nos gusta? ¡Claro que no! Pero el Presidente electo fue el de ellos, y ni modo… ha muerto nuevamente el laissez faire, laissez passer. |