Integrado a un sólido proyecto político al interior de Morena, desde hace muchos meses Esteban Ramírez recorría el territorio veracruzano sumando voluntades en torno de su persona y en la misma ruta del gobernador Cuitláhuac García.
Los tiempos no se dieron. La disputa por la dirigencia nacional –requisito previo para concretar los relevos en los estados- se prolongó más de lo planeado y cuando finalmente se concretó ya estaban encima los tiempos electorales, periodo en el que esta vedado realizar procesos internos.
Tratando de aprovechar el vacío legal que esa circunstancia representaba, Gonzalo Vicencio -quien había sido dejado a cargo del partido hasta que se nombrara a un nuevo dirigente- pretendió tomar por asalto esa posición y adjudicarse el título de dirigente estatal.
No era, por supuesto, un gesto de vulgar egoismo, sino un ambicioso plan para apoderarse de la fortuna que mes con mes recibe el partido por concepto de prerrogativas y, además, la posibilidad de influir en la designación de candidatos a diputados locales, a alcaldes, a síndicos y a regidores. La fortuna que pretendía obtener por ese “negocio” lo tenía visiblemente entusiasmado.
Se topó, sin embargo, con la mano firme del gobernador que, en este esquema partidista, lo mismo que en los anteriores, es el jefe político de la militancia y, por lo tanto, quien decide el perfil de quien habrá de dirigir a su partido.
Gonzalo Vicencio pretendió dar la pelea, pues ya había comprometido muchas de las candidaturas, pero todo fue inútil.
Aquella reunión en la Ciudad de México, en la que representantes de Morena, PT y Partido Verde acordaron los términos de la alianza en Veracruz (reunión a la que no fue convocado Gonzalo Vicencio) fue la señal más clara de que, desde la capital del país, se había decidido cerrar los acuerdos con el gobernador y sus representantes, en aquella ocasión personificados en el propio Esteban Ramírez Zepeta y su más firme impulsor, el diputado Juan Javier Gómez Cazarín.
Lo demás fue puro teatro. Una amenaza de Vicencio de abandonar el partido si no se le consideraba, una movilización a la capital del país (financiada por aquellos que veían peligrar las candidaturas que les ofreció el entonces secretario general del partido) y frente al silencio del Comité Nacional, su inevitable renuncia al partido y su exilio en las filas de una organización política nueva.
Hoy a Esteban Ramírez Zepeta le toca convocar a la militancia de Morena para impulsar las candidaturas construidas con tanto esfuerzo, con horas y horas de negociaciones, en busca de las mejores propuestas para cada cargo.
La tarea no será sencilla, pero para eso se ha estado preparando.
filivargas@gmail.com |