Me informan que en Presidencia de la República aún buscan el asunto idóneo para aplicarle un “anayazo” a Andrés Manuel López Obrador. Un golpe certero, fuerte, similar al que aún sacude la cabeza del apodado “joven maravilla”, el cual, me confían, desde un inicio fue pensado para “soltarse” durante las intercampañas, en el afán de que “amarrara” bien.
El “anayazo” consta de dos etapas, la primera fue, a todas luces, la revelación del tema a través del cual se ventiló que el candidato del Frente podría ser tan corrupto como el peor de los priístas, y qué mejor forma que a través de un presunto caso de lavado de dinero, como se dice actuaron los “más negativos del tricolor al momento”: Javier Duarte y Roberto Borge.
El PRI tenía que hacer ver a Ricardo Anaya como un corrupto ante los ojos de todos, para que en el mejor de casos, aquel gran porcentaje de indecisos, aquel grueso de votantes potenciales que pueden definir la elección y no piensan sufragar por Morena o algún independiente, lo hagan por el menos obscuro de los dos. Claro que esto no garantiza un voto a favor del tricolor, sin embargo, de acuerdo a su estrategia (y creencia), pone a las alianzas del PRI y el PAN al mismo nivel de suciedad.
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De acuerdo a estas confiables fuentes, la segunda etapa del “anayazo” consiste en ver qué tanto le afectó en las encuestas, evaluar la magnitud del daño causado en la credibilidad del ex dirigente nacional del PAN. Si todo esto no se refleja en disminución de puntos o en un intercambio real de posiciones, el “numerito”, por muy bueno que haya sido, no habrá logrado su cometido.
Ahora bien, en caso de que en los próximos días y cuando mucho dos semanas, derivado del “anayazo”, la intención del voto para el de Querétaro en las encuestas sufra estragos, echarán a andar otro golpe, pero ahora hacia la figura de AMLO; este proyecto ya fue nombrado en el equipo de Los Pinos, a manera de mofa, según me comentan, como la “operación cumbre”.
Mucho se ha hablado sobre un presunto acuerdo entre Ricardo Anaya y el Presidente Peña para no dejar pasar a AMLO. La teoría se reforzó a través de señales filtradas a medios y compañeros columnistas (leamos a Salvador García Soto), como presuntas reuniones nocturnas en Los Pinos. Es evidente que esa alianza, si es que existió, tuvo un “algo” que la quebró, y según me dice alguien que usa el teléfono rojo, el problema tiene nombre y apellido: Carlos Salinas de Gortari.
El rumor dice que Ricardo Anaya y el expresidente forjaron en los últimos meses una relación de colaboración, asunto que habría disgustado a Peña Nieto y a los coordinadores de campaña presidencial. Por ello, molestos, hurgaron en el pasado del candidato panista, encontraron la debilidad ideal, y así, hábilmente, la explotaron.
Dicen que en la guerra y en el amor todo se vale. La política es una de esas batallas donde un día se pelea entre algodones, y al otro, los golpes continúan en un estanque de lodo. A todas luces, por más que se niegue, el Gobierno Federal está involucrando a las instituciones en el proceso electoral.
En breve, durante las campañas formales, con el objetivo de “bajar” a López Obrador, la denominada “operación cumbre” se echará a andar. Ya hay luz verde y “modus operandi”. Falta afinar el caso, pues tienen tres para escoger. Desde Los Pinos buscan dar golpes de precisión, ya le asestaron uno severo a Anaya, toca turno al tabasqueño. Veremos si les resulta o les acaba “saliendo el tiro por la culata”.
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