Por un lado, los empresarios que pensaron tener asegurada con Peña Nieto la inversión de su vida, hoy tiemblan… y por el otro, los que pretenden lo mismo invirtiendo en Santa Lucía, andan enloquecidos defendiendo en medios sus intereses.
La única constante es que AMLO los trae locos.
Mientras él anda de gira por todo el país -menos en Veracruz-, agradeciendo al pueblo que votó por la Cuarta Transformación del País, los dos bandos se desgarran las vestiduras tratando de convencer que su proyecto es el mejor y, de paso, se sacan los trapos sucios en medios de comunicación y redes sociales.
La lucha entre los dos grupos empresariales más fuertes del país es a muerte.
Saben muy bien que después de la cuestionada Consulta, estarán en la mano de López Obrador, que pondrá su dedo pulgar hacia arriba o hacia abajo, con el respaldo popular de por medio. Así, lo que en la ortodoxia política podría representar un alto costo político para el presidente, se diluirá como por encanto.
Y es que el problema definitivamente no es técnico, pues donde se haga el nuevo o se amplíen los viejos, estos habrán de ser construidos cumpliendo con todas las estrictas normas internacionales.
Por lo tanto, el verdadero problema es político, pues los grandes magnates de los negocios que no resulten al final beneficiados se le echarán encima con todo al Presidente, como en su momento lo hicieron con Peña Nieto, Claudio X González y sus socios nacionales e internacionales.
Hoy, con habilidad desconocida, AMLO se lava las manos, con tal parsimonia y frialdad política que espantaría a Maquiavelo.
AMLO se ha quitado de encima las presiones de la clase empresarial mientras ve los toros desde la barrera. Así que, por primera vez en la historia de este país, los ganadores no serán los empresarios que más presionen al Presidente, sino los que decida “Fuenteovejuna”.
@frlicona |