Quiero compartir, en cambio, una reflexión personal sustentada en mi experiencia de 11 meses y medio en los que he coincidido con el Gobernador en nuestros respectivos encargos.
Respetuosos de las autonomías de los Poderes a los que servimos, he tenido la oportunidad de interactuar en muchas ocasiones con Cuitláhuac García.
A pesar del carácter institucional de nuestro intercambio, he podido asomarme a su carácter, a su temple, a la formación que le dieron en casa, a las motivaciones que lo impulsan.
Y me he formado una opinión sobre el hombre, el ser humano, la persona de carne y hueso que ocupa el despacho de la esquina Suroeste del Palacio de Gobierno.
Mi principal impresión de Cuitláhuac García, la que me he construido viéndolo de cerca, conviviendo con él, es que es un hombre de bien, un hombre honesto, muy alejado de los modernos Nerones, Calígulas y Borgias que caminaron hasta hace muy poco por los pasillos de ese Palacio.
No lo mueve la ambición, ni el odio, ni el rencor, ni la vanidad, ni los celos, ni la idea de sentirse suprahumano.
¿Qué nos puede decir eso de su Gobierno? Yo creo que mucho. La naturaleza humana de quien está investido de Poder permea inevitablemente hacia abajo. Nunca en la historia un hombre ruin ha hecho un buen Gobierno. Siempre que un espíritu pútrido toma el bastón de mando el pueblo sufre.
Por eso pienso que la estatura moral de Cuitláhuac es para nosotros una razón para dormir tranquilos.
Diputado local
Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso de Veracruz. |