Fidel Herrera Beltrán se promueve subrepticiamente para la presidencia. No prende la estratagema y su aspiración se reduce a intentona.
En octubre de 2016 el entonces gobernador Javier Duarte de Ochoa se ve presionado y obligado a pedir licencia y huye a Guatemala, donde meses después sería capturado y extraditado a México, acusado de diversos delitos. Lo releva el secretario de Gobierno Flavino Ríos Alvarado.
Miguel Ángel Yunes Linares también maniobra en 2017 y logra ser propuesto como precandidato presidencial, en conferencia de prensa por los dirigentes estatales del PAN y el PRD, José de Jesús Mancha Alarcón y Jesús Alberto Velázquez Flores. Tampoco los toman en serio.
El caso de Cuitláhuac es sui generis. A pesar de haber obtenido la más alta votación para gobernador y con todo el respaldo presidencial, su nivel de popularidad es hoy uno de los más bajos y se habla de una eventual renuncia o licencia.
Sería incorporado al gabinete federal en cargo de mediano rango como premio de consolación y sólo un milagro concedido por san Andrés Manuel lo salvaría de la caída, según sus críticos.
Sin embargo, si Cuitláhuac reacciona de manera inopinada, comienza a ejecutar obra pública importante en todo el estado, disminuye de manera sustancial los altos índices de violencia y recupera así la confianza de los veracruzanos, estaría en condiciones de continuar como gobernador, dejando con un palmo de narices a sus adversarios.
Aquí les va una anécdota:
--Madrugada del primero de diciembre de 2018. En un restaurante ubicado frente al Parque Juárez, a unos metros del Palacio de Gobierno y la Plaza Lerdo, donde Cuitláhuac celebraba ante miles de personas su ascenso al poder, un amigo exclama emocionado:
--“Cuitláhuac será presidente de México dentro de 6 años”.
--No te adelantes, hermano –respondí entonces a mi amigo. |