Sofía, por llamarle así, está sentada, amarrada junto a su tumba. Hace meses la asesinaron tras violarla y no puede salir de entre el frío rastrojo. Quisiera llevar a sus hijos al colegio, peinar las trenzas de su pequeña que la llora. Ella Sofía, desearía abrazar a su esposo quien trabaja todo el día y lleva los niños al colegio tras, apuradamente, tomar un café mal hecho y preparar los bocadillos para sus hijos. Él, tiene la vida rota. Ella, decíamos no puede salir de su tumba.
Sofía, la asesinada número veinte mil, se conforma con consolar a Lucía, o la luz que queda de ella -alma le decimos- una linda niña que vivió acaso nueve años y llama a su madre desesperadamente. Nadie más que los muertos y los espíritus la escuchan. A ella, a Lucía, la secuestraron a la salida de su colegio, se la llevaron a una casa y la violaron hasta matarla. Luego le sacaron los órganos y la fueron a tirar a un basurero. Llora todo el tiempo y los ángeles que la acompañan esperan pacientemente su resignación. Ella tampoco puede salir de su féretro que poco a poco se pudre.
Podríamos llenar páginas enteras, como si del más grande y doloroso camposanto se tratara, con casos en los que las mujeres fueron secuestradas, violentadas, humilladas, golpeadas, asesinadas, por el simple hecho de ser, físicamente, más débiles que los hombres que cometieron las peores felonías con ellas.
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No salir a la calle el nueve de marzo no significa estar contra un régimen, en este caso el que encabeza AMLO. Asumir algo así sería tanto como reconocer que el gobierno es el feminicida. No salir no significa estar contra los hombres, hay mujeres que trafican con mujeres. No salir no es para tomárselo a la ligera y organizar fiestas, no hay nada que celebrar.
Salir, por su parte, significa avalar a los asesinos, a los que abusan, a los que torturan, a los que pegan, trafican, esclavizan, matan a las mujeres. Salir, si eres mujer, es decirle a los que las ven como objetos prescindibles, que sí lo son, que pueden abusar de ustedes, humillarlas, faltarles al respeto, violarlas, venderlas.
Son tantas las asesinadas desde siempre, que es hora de hacerle entender a la sociedad que estamos obligados a cuidarlas. Es hora de levantar la voz callando. Es hora de decirle a los que piensan que pueden tocarlas impunemente ¡Que no!
Las mujeres, ricas o pobres, altas o bajas, flacas o gordas, heterosexuales o con preferencias distintas, guapas, feas, morenas, blancas, grandes o jóvenes, las mujeres decíamos, son sagradas. De eso se trata el movimiento. Habrá personas que politicen el tema. Habrá quienes encuentren pretextos para salir. Habrá, excepciones aparte, que tengan que salir por causas de salud o extrema necesidad. Pero no salir, no consumir, no trabajar, es un homenaje, entre otras cosas, a las mujeres que como nuestra Sofía o nuestra Lucía no pueden salir de donde las depositaron porque alguien, hombre o mujer no las consideró suficientemente valiosas para vivir. Esto, ya se ha dicho, no se trata de hombres contra mujeres. Esto es un intento inteligente para hacernos entender que la masacre tiene que parar.
Por favor, así seas un ama de casa, una mujer que trabaja, una acompañante, una empresaria, una maestra, una servidora pública, por favor, si te valoras, si valoras a tus hijas, a tu madre, a tus hermanas o primas, a tus amigas, a tus iguales, por favor únete al grito de Sofía, al llanto de Lucía para que, en la reivindicación de su causa, sus almas encuentren ya no la vida, tan sólo un poco de consuelo y a las que tienen la suerte de estar vivas, una esperanza para sobrevivir. |