López-Gatell por su parte, ha mandado al diablo el uso del cubrebocas (a pesar de que la OMS le ha hecho ver hasta la saciedad la conveniencia de usarlo) y se ha negado sistemáticamente a realizar pruebas rápidas o diagnósticas, porque según él no están avaladas por la Organización Mundial de la Salud.
A reserva de que la OMS lo desmienta, estas pruebas mostraron su eficacia en China (donde comenzó la pandemia), Corea del Sur y Singapur, países donde prácticamente ya no hay contagios.
Al igual que su jefe López Obrador, Lopez-Gatell ha ido a contracorriente de lo que dictan las normas mundiales de sanidad sobre sobre el Covid-19 y hasta lo que dice el sentido común. Ojalá todo salga de acuerdo a sus planes, porque de lo contrario, no me gustaría estar en sus zapatos cuando la raza lo desbarranque del pedestal en el que lo ha colocado.
Algo que no cuadra es el grado de letalidad de la enfermedad en relación con otros países. Mientras el lunes la letalidad en el mundo era de 6.9 por ciento, en México era de 9.2 por ciento.
Cuando Israel llegó arriba de los 15 mil casos confirmados registró 204 muertos; Austria 549, Chile 198 y Singapur 14 fallecidos. México que hasta el lunes tenía el mismo promedio de contagiados (15 mil 529) registró ¡1,434 muertos!
Para ayer martes la letalidad en el mundo seguía siendo de 6.9 por ciento mientras que en México subió una décima al registrar 9.3 por ciento con 16 mil 752 contagios y 1,569 muertos.
Lo anterior quiere decir y con mucho, que es más seguro contagiarse y salvarse en Israel, Austria, Chile y Singapur que contagiarse y salvarse en México, donde entre el 60 y 80 por ciento de los pacientes intubados mueren, como lo reconoció el director de Epidemiología José Luis Alomía.
Algo no se está haciendo bien en este país donde en plena Fase 3 siguen las protestas de médicos por la falta de insumos. Y donde los héroes y heroínas de bata y cofia muertos en cumplimiento de su deber llegaron a 24. “Una tragedia médica sin comparación en la historia moderna de México”, dijo la reportera de Milenio Jannet López Ponce.
Algo no se está haciendo bien donde hasta el ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud, José Narro Robles, cuestiona en sus redes sociales las cifras de López-Gatell y lo acusa: “Él sabe que la cifra de casos confirmados está incompleta. Por ello nunca quiso aplicar masivamente las pruebas diagnósticas… Igual que en 2009, las cifras de @HLGatell no cuadran, al tiempo que generan desconfianza e incertidumbre”.
¿Qué pasó en el 2009? Que a López-Gatell se le hizo bolas el engrudo con el número de contagios y fallecidos por la influenza. Y si no lo corrieron, si lo bajaron de la dirección que tenía.
Tiene razón Narro Robles cuando dice que hay desconfianza e incertidumbre, pero también existe apatía e incredulidad de parte de una sociedad que no alcanza a dimensionar la gravedad del coronavirus, cuyo ramalazo apenas está por llegar.
Lo que da gusto en medio de la pandemia, es el singular optimismo de un tabasqueño mesiánico, autoritario, de corto alcance intelectual y recalcitrante sectarismo, que dice que ya ve la luz al final del túnel.
Lo mismo vio el coyote cuando quiso atrapar al correcaminos. Y recordarás lector cómo le fue con el tren que lo arrolló.
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