Fui de sus más severos críticos cuando, tras su llegada como diputado local a la LXIV Legislatura (en su calidad de suplente de Gerardo Buganza) decidió adherirse a la bancada del PAN, conociendo yo la inquebrantable lealtad de su padre –el líder obrero José Luis Enríquez González- al PRI y la enseñanza que él mismo recibió en su hogar.
Reconozco, sin embargo, que en el partido tricolor nunca le fue reconocido su potencial y le cerraron los caminos hacia una sólida carrera en el ámbito político.
A cambio de ello, José Luis Enriquez se creció al castigo y frente a cada tropiezo respondió con trabajo y más trabajo en el servicio público. A la fecha pocos como él por su curriculum y por el reconocimiento de la sociedad.
En estos momentos José Luis Enríquez no tiene claro quiénes pudieran ser sus contrincantes, pero eso lo tiene sin cuidado; conoce muy bien los tiempos y por el momento trabaja en su proyecto de campaña y en el fortalecimientos de aquellos lazos de amistad con personajes de gran peso político y social en la capital del estado.
Sin importar el color con el que se identifiquen, todos –sin excepción- le han manifestado su apoyo y el beneplácito por lo que puede aportar al Distrito desde San Lázaro.
Frente al desorden institucional que vivimos, México necesita a muchos ciudadanos como José Luis Enríquez en la Cámara de Diputados federal, que generen un contrapeso real, efectivo, frente a los abusos de quienes siguen creyendo que la elección del 2018 los hizo dueños del país.
No estoy, sin embargo, conforme.
“Tal vez suene egoísta, estimado José Luis, pero yo hubiera preferido que compitieras por la alcaldía de Xalapa. Acá también te necesitamos”, le expresé.
No lo dudo. Estoy seguro de que le irá bien.
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