Pero por lo pronto, ayer alguien que estaba cerca de mí cuando supimos la noticia dijo: “nos van a terminar poniendo la vacuna rusa”. Lo enunció sin tristeza ni alegría, pero me recordó que entre muchas personas hay una suerte de ánimo adverso a recibir una vacuna que no provenga de las tradicionales fuentes de tecnología occidental. (Por el contrario, el puro nombre de Oxford evoca a una especie de respetabilidad sin cuestionamientos).
Como si hubiera una salvación médica menos deseable que otra según la bandera o la ideología del país que la produce.
Me acordé de una época en la que la Cruz Roja y el Ejército de Estados Unidos no aceptaban donadoras y donadores de sangre afroamericanos. Y aun cuando lo hacían, esa sangre “negra” era segregada para evitar transfundirla a una persona blanca. Semejante despropósito nos resulta inimaginable en nuestros días –al menos en México- pero era la normalidad de los prejuicios sin base científica de la sociedad de Estados Unidos de aquella época, hace apenas 80 años.
Lo cierto es que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador desde hace tiempo nos lo dejó claro: tenemos otras opciones de vacuna de Estados Unidos, China y Rusia. Nos vamos a poner la primera vacuna segura que esté a nuestro alcance sin prejuicios políticos.
Estoy convencido de que británica, estadounidense, china o rusa, bienvenida sea la vacuna que nos saque de esta pandemia que dolorosamente nos ha arrebatado a miles de personas y ha consumido más de medio año de nuestra agenda pública y privada.
Juan Javier Gómez Cazarín
Diputado local del Congreso de Veracruz, presidente de la Junta de Coordinación Política. |