Así que más allá de poder determinar lo anterior así a lo brusco con una Consulta Popular, tal vez valga la pena hacer un ejercicio democrático y de debate en los Congresos.
Valdría la pena porque tampoco está bien que los opositores se quieran envolver en la bandera y aventarse del Castillo de Chapultepec en defensa de la forma de elección de los ministros. Hasta ahora, esa elección es lo más cercano a pertenecer a un círculo dorado, al cual se accede después de deber infinidad de favores a quienes los proponen y validan.
Porque tampoco vaya usted a creer que los ministros se escogen después de haberse realizado infinidad de exámenes para ver quién es el más preparado del país… ¡No! Desde siempre son posiciones que obedecen a las cúpulas partidistas y por eso el sospechosismo.
Por otra parte, el elegirlos de forma democrática, pero sin ningún filtro de por medio, también abriría la puerta para que no lleguen a esa altísima posición los más preparados, sino que sería casi casi como sacarse el lugar en la tómbola, pues el más simpático o el más atractivo mediáticamente, podría ser la primera elección del electorado.
No hay justicia alguna en la forma en que actualmente se eligen los ministros pues representan a las cúpulas del poder, niéguelo quién lo niegue… pero tampoco habría justicia al elegirlos por la vía del voto sin siquiera pasar ciertos filtros.
Se podría, eso sí, buscar un punto medio, pues aunque la Consulta Popular, para algunos juristas, no aplique en este caso al intentar modificar preceptos constitucionales, podría ser la recopilación del deseo social. |