Agustín amaba a las mujeres con toda su alma, pero a lo lejos, destinadas a ejercer su oficio de segundas en la casa del señor. Nunca aparecieron en sus inmortales canciones científicas destacadas, luchadoras sociales, maestras respetadas.
La mujer como objeto del amor, del placer. Divina pero enclaustrada en su labor doméstica o en su función de adorno.
La mujer es todo lo que dijo el flaco de oro, pero es más, mucho más que eso.
Hoy celebramos a las mujeres que luchan, que conducen el mundo mucho mejor que los hombres, que son más honestas que el más honesto Peje tabasqueño.
Serrat, el gran Joan Manuel Serrat, tan liberal y tan a favor de las causas de los marginados, tiene una visión similar a la del músico-poeta: “Y las muchachas hacen bolillos, mirando ocultas tras los visillos a ese hombre joven que noche a noche forjaron en su mente: fuerte pa ser su señor y tierno para el amor”.
Tal vez en su irrespeto, Renato Leduc trataba con mayor consideración a las féminas: “Mas por mujer padecen los jóvenes, los viejos, los sabios, los mediocres, los pendejos… Yo, que la sufro cerca; tú, que la lloras lejos.”
No, la mujer que hoy celebramos no es la media naranja, sino una fruta completa. Tampoco es la que está atrás de cada gran hombre, sumisa, discreta, perdida.
Hoy recuerdo a mujeres como la reina Victoria, que forjó el imperio británico; como Marie Curié, que fue apenas ayudada por su marido para descubrir la radiación… y sus peligros, que le llevaron a la muerte; a políticas de peso como Margaret Thatcher o Angela Merkel.
Y a poetisas como Sor Juan Inés de la Cruz, orgullo de México y la mayor gloria de nuestra literatura.
Hoy acompaño a la mujer que participa, que aporta, que está haciendo mejor al mundo, un poco más vivible, un mucho mejor.
Yo he vivido al lado de una de ellas, y es una bendición.
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