El escenario de una alta abstención es el ideal para los partidos y candidatos que cuentan con los recursos suficientes para movilizar sus estructuras electorales. Y éstos suelen provenir de los distintos gobiernos, que está a la vista cómo se han entrometido de manera burda en el proceso, empezando por el de la República y pasando por los de los estados y los municipios. Nadie ha estado exento, aunque el poder e influencia presidenciales se han hecho sentir con mucha mayor intensidad, por razones obvias.
La falta de interés y hasta de compromiso por ejercer lo que sin duda representa un derecho pero también una importante obligación, como lo es acudir a las urnas a elegir representantes y gobernantes, no solo es atribuible a las causales antes mencionadas. Las “propuestas” políticas que se han presentado durante las campañas han sido, en la generalidad, deplorables.
Desde el ataque vacío a los oponentes hasta la autorridiculización de candidatos que parecería que aspiran a obtener un lugar en un concurso de baile, en una serie de TV o en un circo y no en una cámara legislativa –aunque a veces tampoco hay demasiadas diferencias-, las campañas han transcurrido con mucha pena y nada de gloria. Y así, ¿cómo convencer a la gente de salir a votar?
Y no es que no hubiese asuntos sobre los cuales pronunciarse y proponer hacer cosas diferentes. La parálisis económica del país, la violencia criminal, la violencia feminicida, el freno al desarrollo científico y tecnológico, la militarización del territorio nacional, el desmantelamiento de instituciones útiles y fundamentales, los riesgos para la libertad de expresión, los derechos reproductivos, la caída del empleo, la devastación medioambiental, son apenas algunos temas de una larguísima lista que pudieron abordarse, pero que o se tocaron por “encimita” y con ignorancia, o de plano se ignoraron.
La tónica de las campañas la marcó, por desgracia, la violencia generalizada que alcanzó a varios candidatos y de la cual no hubo autoridad alguna que se hiciera cargo. La agenda la terminaron imponiendo los criminales y eso de ninguna manera debería ser tomado a la ligera. Es tan preocupante como el hecho de que a partir de ello, también impongan legisladores, ediles y gobernadores.
Lo que podría llegar a levantar un poco el interés del electorado en los comicios por venir es, precisamente, que además de diputados federales y locales también se elegirá a la totalidad de los ayuntamientos de 30 entidades federativas y se renovarán 15 gubernaturas. Las elecciones locales son por antonomasia las que despiertan mayor interés ciudadano y podrían ejercer un efecto de arrastre para las legislativas, en las cuales, irónicamente, es en las que en realidad se juega el futuro el país.
Pero precisamente por el mismo motivo, los comicios municipales son también los que mayormente le importan al crimen organizado, de ahí que la violencia se ha centrado en ese nivel.
Estamos en la recta final electoral. La sangre no debería llegar al río.
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