Ensimismados en las descalificaciones, distraídos en la toma de trincheras irreductibles, así se observa nuestro azaroso presente de vida cotidiana; frente a tal situación, no queda tiempo para imaginar escenarios de construcción en el corto plazo. El impulso que se privilegia está en la confrontación, por sobre cualquier otra necesidad; nada es más urgente que enfrentar, que combatir a los diferentes, dependiendo ello, obviamente, del lado en que se encuentren. Los dolores y gritos de millones clamando por la atención de sus derechos constitucionales y necesidades, son o no escuchados o desdeñados.
En todos lados, en mayor o menor medida, el agobio de los problemas que nos aquejan dinamitan esperanzas, los ruidos ensordecen y minimizan las voluntades que buscan abrir posibilidades para establecer diálogos más allá de las descalificaciones y adjetivaciones que prevalecen y rompen con puntos de encuentro necesarios para enfrentar nuestras condiciones.
Las acciones políticas y públicas deben fundamentarse en mucho más que credos o cerrazones; la exigencia urgente más allá de discursos, de realmente dar a conocer, transparentar las planeaciones y los puntos concretos que identifican los quehaceres públicos, el fijar metas de las acciones de los gobiernos, va de la mano inexorablemente hoy por hoy, del escrutinio público y más aun de una participación ciudadana que signifique la observación, seguimiento y evaluación de los actos de gobierno. Ese sería el inicio de un diálogo constructivo.
La oportunidad de realmente concretar cambios implica el reconocimiento de que en nuestro país existe una sociedad diversa, plural, que aspira a que la atención y solución de los problemas se realice en marcos de paz. Que más allá de las disputas políticas, se requieren soluciones a la inseguridad y la violencia, a la desigualdad y la pobreza, a la mejora de la salud y educación de todos, que se atiendan los problemas del medio ambiente, pues están dejándose de lado restando importancia a un tema central del futuro colectivo.
La obligación para todos es que podamos abrir las cerrazones que campean y dominan las discusiones sociales y públicas, que avancemos en encontrar en la tolerancia, la puerta que conduzca a acuerdos mínimos para asumir en primera instancia, que una posición prejuiciada, ambigua y reduccionista no suma, sino que cancela el encuentro de alternativas frente a nuestras calamidades.
Continuar en la ruta de los desencuentros, en la confusión intencional de datos y metas, en la oscuridad de las políticas y las decisiones de país que nos involucran a todos, es mostrar la incapacidad para reconocer que el pueblo que gobiernan, que somos todos, merece mucho más de lo que ahora se presentan como ideas alternativas.
Desde cualquier punto político que nos encontremos, acerquémonos para cambiar lo que nos lastima, para erradicar los soliloquios, la falta de sensibilidad, para ampliar el estrechísimo espacio para asumir con altura de miras los quehaceres públicos, pues esos lastres solo han dado como resultado el árido momento en que nos encontramos.
Construyamos diálogos.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
¿La FGR en manos de Lutero?
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