Cierto, no faltan los pleitos por las emociones, o por el alcohol y otros excesos que echan a perder las mejores intenciones, pero eso es sólo un defecto de la naturaleza humana.
Hoy debe ser la velada en la que todos nos hermanamos, en la que perdonamos los agravios y tratamos de ser un poco más humanos, aunque mañana, con efectos de la cruda encina, volvamos a ser quienes siempre hemos sido.
Noche de paz, noche de amor, canta el villancico mientras nos disponemos a confeccionar la lista de nuestras promesas para el año que comienza.
Hacer ejercicio, comer y tomar menos, no enojarse tanto, dejar de hablar mal del prójimo, mejorar en el trabajo, ser puntual, no gastar a lo loco, estar más con la familia...
Es la ocasión para leer nuevamente el Cuento de Navidad de Dickens y emocionarse con la reconversión del viejo Ebenezer Scrooge, quien es tocado por la magia de la época decembrina y el espíritu cristiano.
Algo flota en el ambiente de este día mientras nos disponemos a celebrar cuando aún nos quedan algo del aguinaldo y muchas de las ganas de olvidar tantas penas y tantas miserias.
Algo permanece de lo mejor del espíritu humano cuando todos tratamos de recordar cuánto nos queremos con los de nuestra sangre y tratamos de olvidar agravios o traiciones.
Tiempo de Navidad, tiempo de amor.
Se les desea a todos...
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