Mientras los científicos de todo el mundo están generando investigaciones exhaustivas y dan una batalla frontal contra el virus más peligroso que hemos enfrentado en la época moderna, muchos charlatanes -ésos sí- están obteniendo grandes ganancias con la venta de productos milagrosos, ofrecidos sin ningún fundamento que sea avalado por la ciencia médica o reconocido por las revistas especializadas de prestigio, que se encargan de difundir información certificada respecto de los avances de la lucha contra el coronavirus.
Muchas personas ignorantes y/o necias están cayendo en la trampa de la desinformación y están tomando decisiones tan erróneas como peligrosas, como es la de no aplicarse las vacunas salvadoras, o no usar cubre-bocas, o no guardar la sana distancia, o no permanecer lo más posible en resguardo domiciliario.
Mientras en casi todo el mundo se trabaja para aplicar vacunas al mayor número de personas (y digo “casi” porque hay deshonrosas excepciones), los farsantes pretenden hacer su agosto medrando con la ignorancia de la gente.
En pleno siglo XXI hay millones y millones de personas que apriorísticamente no creen en los avances científicos de la humanidad, aunque bien que los aprovechan, y con su actitud están creando condiciones para que el contagio se extienda con mayor celeridad.
Si usted es de los que no creen en la ciencia, créale cuando menos al papa Francisco, que ruega permanente a los fieles católicos y a todos los seres humanos que se vacunen, por el bien del prójimo y por su propia vida.
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