Así, Herodes reinaba y no faltó un sacerdote chismoso que le llevó la noticia de que había nacido el rey de reyes.
Temeroso de perder su puesto, el gobernante pensó en cortar por lo sano y mandó a matar a todos los niños que habían nacido en la última semana.
Jesús se salvó porque María y José fueron avisados a tiempo y pudieron huir de Nazareth a Egipto antes de que llegaran los soldados con sus cuchillos degolladores.
Ese Herodes es el padre de Herodes Antipas, que 30 años después le mandó cortar la cabeza a San Juan Bautista como recompensa a una danza que le bailó su hijastra Salomé, y el que ordenó la muerte de Jesús, que fue ratificada por Poncio Pilatos.
Bueno, aquellos niños inocentes cayeron ante la maldad inaudita del sátrapa y uno piensa que 2 mil años después la humanidad ha avanzado en el respeto a los derechos humanos.
Pero no. La violencia sigue enseñoreando a los hombres.
Santos Inocentes han sido en México, por ejemplo, los 43 muchachos de la Normal Rural de Ayotzinapa, que fueron sacrificados con la misma impunidad con la que se manejaba el sanguinario Herodes.
Y en otro orden de cosas, hay muchos mártires que sufren los excesos de autoridades sin ética y sin decencia.
Saludo desde este día a un gran inocente, a José Manuel del Río Virgen, quien ha sido víctima de la venganza y de la estulticia.
Y así hay muchos otros en nuestro estado y en nuestro país. Los presos políticos se agolpan mientras la autoridad estatal niega su existencia. Véase si no a tantos candidatos de oposición que fueron llevados a la cárcel con pretextos nimios y extralegales.
Que la democracia los tenga en gloria...
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