Entonces cabría preguntarse por qué, en la condición superior del humanismo practicante del presidente, se hace tan manifiesta su falta de empatía hacia demandas argumentadas y con datos duros, que reclaman su atención a los variados y dolorosos problemas de violencia en contra las mujeres que suceden en nuestro país.
Sin duda, el presidente es un hombre testarudo y conservador, indispuesto al entendimiento de los gritos femeninos que reclaman desde la plataforma de los “nuevos derechos”, a los que observa como una más de las estrategias de los neoliberales para dañarlo.
Hay múltiples debilidades en el ejercicio de este gobierno; de entre ellas, por el dolor que significa, por la potencia y por la fuerza de los reclamos frente a los sufrimientos, está el desdén gubernamental ante el amplio movimiento de las mujeres, que exigen ser escuchadas y atendidas, que le plantan cara no solo a los gobiernos, en su mayoría distantes y cómplices, sino a toda una estructura de “tradiciones”, de comportamientos machistas, patriarcales, que deben ser superados.
Los gobiernos tienen responsabilidades frente a los actos de impudicia y barbarie que todos los días miramos contra las mujeres, las niñas y las adolescentes. Sin embargo, pese a las reivindicaciones cada vez más presentes, la lejanía se observa y se palpa con demostraciones de omisión o de franca provocación, al menospreciar o pasar por alto la tragedia de la violencia de género, que no será erradicada con la publicación de una carta de intenciones.
Para botones de muestra, el cobijo a personajes denunciados como acosadores o violadores; para ellos la protección desde el poder nacional con argumentos varios que solo buscan encubrir su condición de agresores. Sumado a esto, se exhibe la falta de políticas públicas respaldadas con presupuestos y con acciones claras que realmente muestren voluntad y compromiso para enfrentar los problemas.
Es por los abandonos, que la respuesta de las mujeres se endurece y agiganta. Frente a la desigualdad y violencia por razones de género, un movimiento como el de las mujeres es reconocido en su vitalidad y trascendencia, capaz de poner en jaque los cimientos de este patriarcado que debe ser confrontado por todos.
En un mes, el 8 de marzo, vuelve a conmemorarse el Día Internacional de la Mujer. Volveremos a ver una jornada de lucha nacional por los derechos de las mujeres, que marcharán en plazas y avenidas por sus derechos y contra el olvido y las agresiones que padecen.
Su enojada presencia, representa la suma de hartazgos frente a la inacción y la complicidad de poderes y gobiernos que parecen no enterarse del agravio, que insisten en desestimar el reclamo, actuando como lo que son, parte de la visión machista y patriarcal que debe erradicarse.
LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
De todos lados, la vida política estatal, atascada de adjetivos.
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