Y no lector, así no es el asunto, ese no es el camino; así no se puede.
¿López Obrador está moralizando al país? No, definitivamente no. Y menos con la turba de rufianes que tiene a su alrededor. Además, mal haría porque 30 millones lo eligieron para que gobernara y no como predicador. Lo que está haciendo a la vista de todos es darle permiso a la delincuencia que se está hartando de tanto despacharse con la cuchara grande, y pretende hacernos creer que no es así; que la culpa es de los que se fueron.
Al actuar de esa manera, no sólo está mostrando su falta de responsabilidad y liderazgo, sino su falta de hombría y sobrada cobardía. Al menos así le dicen en mi pueblo a los individuos que se manejan como él.
El Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública dio a conocer que México puntea nuevamente en el ranking de las 50 ciudades más violentas del mundo. Ya lleva tres años como epicentro mundial de la violencia homicida urbana. Y esto no es una casualidad, sino el resultado de la política de ‘abrazos, no balazos’, practicada por presidente López Obrador, dice la nota informativa del portal de noticias La Silla Rota fechada este 7 de marzo.
La ciudad más violenta del mundo en 2021 fue Zamora en Michoacán, con una tasa de homicidios de 196.63 por cada 100 mil habitantes. Y le siguieron en fila Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Celaya, Ciudad Juárez, Ensenada y Uruapan.
Hay además ciudades de menos de 300 mil habitantes como Fresnillo, Manzanillo y Guaymas que tienen una letalidad brutal ya que registraron 100 homicidios por cada 100 mil habitantes. Y un municipio que se cuece aparte es Tecate, en Baja California, que con apenas 109 mil habitantes, tuvo el año anterior una tasa de 247 asesinatos por cada 100 mil habitantes.
Para no hacer el cuento más largo, de las 50 ciudades más violentas del mundo, 18 son mexicanas.
Estos elevados índices de homicidios sólo se observaron entre finales de los años 80 e inicios de los 90 del siglo anterior en ciudades como Medellín y Cali, cuando los narcotraficantes escalaron al máximo su guerra contra el Estado colombiano, indica el portal de noticias.
Es decir, mientras el gobierno de Colombia hizo esfuerzos titánicos para minimizar el poder de los delincuentes en Medellín y Cali, acá el presidente López Obrador los abraza y de tanto abrazo ya se le subieron a las barbas.
Llama la atención que le haya dado la vuelta a lo sucedido en el Corregidora y se quedara tan tranquilo. Pero preocupa y llena de impotencia que no haga nada (porque nada ha hecho) por detener la barbarie de la violencia.
Más temprano que tarde se sabrá que gente de su cercanía en el gabinete está bien metida con los delincuentes, lo mismo que algunos gobernadores y funcionarios estatales. Cuando eso suceda ¿también culpará a los gobiernos del pasado?
Esto lo comento porque el Departamento de Estado de los Estados Unidos, dijo el 1 de marzo en su reporte anual sobre la estrategia internacional para el control de narcóticos, que el gobierno de López Obrador está penetrado por el narco. Y de eso allá del otro lado saben un mundo.
Esto puede ocasionarle al presidente un quebradero enorme de cabeza porque si más adelante alega que nada sabía, será culpable por omisión.
Entonces pagará una de las muchas que debe porque la irresponsabilidad combinada con la cobardía y la falta de hombría, también cobran facturas.
Pero mientras eso sucede, los paganos, los que inevitablemente ponen todos los días a los asesinados con violencia, seguirán siendo sus gobernados; todos sus gobernados: el pueblo bueno y los ricos malos.
bernardogup@hotmail.com
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