Más bien fuimos un país de somnolientos por la hora de vida perdida cada noche y una nación de usuarios que siguieron pagando caro la luz, aunque es nuestra -y ahora nacionalizada casi, monopolizada-, y una masa ciudadana que se quejaba constantemente por esta imposición que duró tantos años, tantas presidencias y tantos partidos.
Recuerdo claramente que en el afán de convencer al respetable de lo bueno de esa medida, la Comisión Federal de Electricidad dijo allá por 1998 que había mandado a hacer un estudio con expertos de la UNAM y que habían concluido que el adelanto de una hora no afectaba para nada a los seres humanos. Nunca se dio a conocer oficialmente el al estudio, pero la publicidad cada año machacaba que no era cierto lo que decían millones de personas que se sentían mal con ese tiempo 60 minutos apresurado.
Pero por fin llegó el día.
Ayer por última vez, casi todos los mexicanos (con la sola excepción de los habitantes de Sonora, Quintana Roo y Chihuahua, que tienen sus propias razones) atrasamos nuestros relojes y volvimos a vivir a nuestras horas, en paz y con la conciencia tranquila de que no estábamos tratando de engañar a nuestro organismo.
Ha terminado el horario de verano, y todos estamos felices… ¿Ya vio qué bonito se ve el día que amanece cuando tiene que ser y que bien se ven nuestras caras por fin debidamente descansadas?
Felicidades para todos nosotros.
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