A ese enorme cúmulo de irregularidades ahora hay que sumar un proceso que es una verdadera tomada de pelo, porque se lleva a cabo meses antes de las fechas determinadas legalmente para que los partidos políticos inicien formalmente sus precampañas para definir a sus candidatos.
Morena tuerce la ley –su especialidad- y anuncia que la campaña descarada que llevan a cabo Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y de relleno Ricardo Monreal, Gerardo Fernández Noroña y el verde Manuel Velasco, no es para definir la candidatura presidencial, sino al “coordinador de los comités de defensa de la cuarta transformación”, figura que ni siquiera existe en sus estatutos, pero que les sirve de pretexto para mantenerse en campaña permanente. Lo único que, en realidad, saben hacer bien.
Solo que esas campañas son, además de completamente ilegales, un derroche monstruoso que, de entrada, contradice el discurso de la pretendida austeridad y honestidad.
Lo que se han gastado las tres principales “corcholatas” de Morena es una millonada de dinero de dudosa procedencia. O no tan dudosa, pensándolo bien. El presupuesto del gobierno de la Ciudad de México, así como los de la Cancillería y la Secretaría de Gobernación han sido y siguen siendo despilfarrados en fatuas campañas sin contenido, que buscan posicionar nombres e imágenes en el imaginario colectivo, pero que están completamente vacías de significado, de propuesta y de soluciones.
Lo único que Sheinbaum, Ebrard y Adán Augusto proponen es continuar con la “obra” de Andrés Manuel López Obrador –lo cual puede prestarse a diferentes interpretaciones- y pareciera que lo que en realidad disputan es demostrar quién es más servil, abyecto y, valga la expresión, arrastrado con el único factor de poder y decisión en ese amasijo amorfo que es la “4t”.
Este lunes, Ebrard tomó la iniciativa y pisoteando las medidas cautelares determinadas por el INE y ratificadas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, propuso crear, de ser el próximo presidente de México, un nuevo ente burocrático denominado “secretaría de la cuarta transformación”, que por su solo nombre se antoja como un organismo sectario y excluyente, exactamente lo contrario de lo que debería ser un órgano del Estado.
Pero eso no fue lo peor. Ebrard –que todavía algunos despistados consideraban como la “menos mala” de las “corcholatas”- se sumergió varios metros bajo el nivel del suelo para arrastrarse de manera más profunda y proponer que el encargado de esa dependencia fuera uno de los hijos del presidente, Andrés López Beltrán, el de la llave de los contratos en el gobierno de su “papi”, quien de inmediato y muy “amablemente” lo mandó al diablo, pues él no es el “elegido” de “ya saben quién”.
Mientras tanto, el resto de los aspirantes a la candidatura se lanzó por el país en costosas campañas de proselitismo hundidas en la opacidad, pues al no ser un proceso oficial de selección de candidatura, no hay manera de fiscalizarlas. Aunque sí de contabilizar los gastos, que debieran ser incorporados luego a sus cuentas de topes de campaña.
De camino a Oaxaca, Claudia Sheinbaum se dejó querer por los diputados del oficialismo en el aeropuerto de Veracruz, a donde “espontáneamente” llegaron hordas de “fans” a vitorearla y corear “pre-si-den-ta”. ¿Pues qué no estaban buscando la coordinación de los comités de defensa de la dizque 4t”?
No hay que moverle mucho. En las narices de toda la nación, quienes pretenden gobernarla el siguiente sexenio burlan la ley que después jurarán cumplir y hacer cumplir, con desplantes de ambición desmedida que no están exentos de juego sucio y propaganda negra entre ellos mismos.
En Veracruz la cosa no es tan diferente, aunque aquí los que se promueven para buscar la gubernatura ni siquiera se han tomado la molestia de renunciar a sus actuales encargos públicos.
México y Veracruz convertido en un circo de tres pistas, con abundante presencia de payasos.
¿Y la oposición?
Perdón. ¿La qué?
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