Los parabienes ofrecidos son dados y solo los necios los niegan, en un afán por descarrilar el andar superior de los que gobiernan, seguros de que gozan de la mayor estatura moral, la capacidad y la nueva plenitud de los ejercicios políticos y administrativos que son reconocidos por “el pueblo bueno”.
Así se explica la campaña permanente de funcionarios y representantes políticos del grupo gobernante de todos los niveles, empezando por la presidencia de la República, que en lugar de trabajar se promocionan para darle continuidad a su proyecto. En ello aplican todo su esfuerzo y presupuesto, para asegurar el triunfo de su incuestionable verdad.
Para conseguirlo es necesario pasar por alto la larga lista de sus fallos, utilizar clientelarmente los programas sociales, cancelar las evaluaciones y autocriticas sobre sus innegables omisiones, atrasos e ineficiencia de los ejercicios administrativos, además de negar la utilización descarada de la coerción a los servidores públicos. Todas esas pequeñeces deben superarse con la narrativa impuesta desde las mañaneras.
No obstante lo anterior, la terca realidad se muestra descarnada en la violencia, en la inseguridad, en los problemas de salud pública, en el abandono de la educación, en el olvido del campo y de políticas ambientales sólidas. Con esta realidad indeseable se presentan las exigencias de las mujeres, de las familias de las y los desaparecidos, de los enfermos no atendidos, de los muertos sin justicia.
Cada vez más lejos se ve el cumplimiento de los compromisos por la transparencia y la rendición de cuentas, y ni hablar del regreso de los militares a los cuarteles y de pacificar al país.
Tantos incumplimientos, tantas mentiras, generan la crítica que les ofende, que les enfurece. En ese sentido se enmarca el asedio a quienes puedan representar alguna opinión distinta, algún contrapeso, sean personas, grupos o instituciones. Para ellos nadie puede pensar distinto sin ser su enemigo. La pluralidad no existe, porque solo se asume en la retórica; el respeto es una palabra hueca cuando se trata de los demás, por eso se hace frecuente uso de la descalificación y en muchas ocasiones de la calumnia.
Nos ha tocado un gobierno que no ha dejado de hacer campaña desde que llegó. Trabajar, administrar, producir bienes y servicios no es su prioridad. Promoverse, regalar dinero y hacer campaña son sus ocupaciones principales. Todas sus acciones están encaminadas a mantener el poder y para lograrlo se permiten todo, lo que sea, violar la ley, el abandono de principios, la negación misma de los que se suponen eran fundamento de su historia.
Los retos son mayores en escenarios complejos como los que tenemos; la disputa del 2024 tendrá que jugarse mucho más allá de los partidos políticos. El debate real estará en la participación de la sociedad civil, en los movimientos del conjunto social agobiado en la polarización, en su disposición a sumarse en una jornada electoral que a siete meses de la elección hay quienes dicen que todo está definido.
Frente a este escenario, queda claro que queda mucho por hacer. Esperemos que como ciudadanos, logremos estar a la altura para salir con bien.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El abandono del tema de la salud es brutal y es evidente. No hay un sistema que funcione de forma integral y destinamos el 2.9% del PIB al sector salud y no es ni la mitad de los recursos que recomienda la OMS (6% del PIB). Estamos muy lejos de Dinamarca.
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