Y en el segundo daba la razón de su denuncia:
“Considero que mi ciclo en la Suprema Corte ha terminado y que las aportaciones que puedo realizar desde esta posición en la consolidación de un mejor país se han vuelto marginales”.
Primero hay que decir que conforme al Artículo 98 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos tiene que haber causa grave para que le sea admitida la renuncia. Es en verdad difícil que la aspiración a otro cargo deba alcanzar esa calificación. El Senado tendrá que decidir si se cumple o no el requisito de “renuncia por causa grave”.
Aparte de eso, el ministro Zaldívar es conocido por su inclinación al protagonismo: siempre está buscando un aparador, y ayer lo tuvo a satisfacción.
La renuncia de Arturo Zaldívar constitucionalmente no debiera aprobarse, pero seguramente desde la Presidencia de la República le van hacer otra raya más al tigre de las violaciones a la Carta Magna.
Por otra parte, la mayoría de los ministros y la mayoría de los integrantes del Poder Judicial de la Federación ven con gusto ese retiro, aunque esto le da oportunidad a Andrés Manuel López Obrador para proponer el nombramiento de otro incondicional más sumiso aún que Zaldívar, porque en algunas ocasiones, muy contadas por cierto, el ex Presidente de la SCJN se atrevió a votar en contra de alguna iniciativa enviada por el Presidente de la República.
En el movimiento de la autollamada Cuarta Transformación algunos se hacen como que no saben y los más no tienen idea de las funciones que deben desempeñar. Arturo Zaldívar cae probablemente en la primera alternativa porque, como si fuera un ignorante, apenas mandó su carta de renuncia se fue corriendo a saludar y a tomarse la foto con Claudia Sheinbaum y, como si ya se la hubieran aceptado el Presidente y el Senado, acordó con ella que trabajarían “juntos en la transformación del país”.
Se ve que se le cuecen las habas a don Arturo, pero va a tener que esperar a ver si Claudia gana la elección.
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