Hay que señalar que el SDS se amplía hacia varias funciones orgánicas y motoras del organismo, y afecta el estado físico de la persona.
¿Cómo se integra el síndrome de esta enfermedad?
Los síntomas más notorios de la DS son:
1. Pérdida de memoria. La persona empieza a tener olvidos que no se limitan a dejar de recordar un nombre o perder objetos, sino que llegan al nivel profundo de la conciencia (el “ello”, le llamaba Freud). Así que se abandonan valores morales, cuidados higiénicos, comportamientos urbanos.
2. Dificultad de hacer tareas cotidianas. Para el enfermo del SDS, la vida diaria y normal se vuelve un tormento, porque desarrolla una creciente incapacidad para mantener sus hábitos domésticos, sociales y laborales (en caso de que aún no se haya jubilado), que terminan por convertirlo en un ser inútil.
3. La DS ocasiona una sensible irritabilidad, que convierte al paciente en un viejito iracundo, que se enerva ante cualquier comentario y se vuelve una persona grosera
y hasta violenta. Aunado a ello, transita del empecinamiento a la necedad más intolerante.
4. Depresión. Junto a lo colérico, el paciente tiene periodos de depresión, que lo llevan a estados de postración y la ausencia total de la capacidad de tomar de decisiones.
5. Dificultad para interactuar. El enfermo va perdiendo sus habilidades de comunicación. En el caso del lenguaje, empieza a hablar con gran lentitud, tiene periodos reiterados de silencio y reduce sensiblemente su léxico, por lo que repite constantemente términos, en especial adjetivos y verbos.
6. Aunado a los problemas de lenguajes, hay una pérdida efectiva de la capacidad de razonar con claridad.
7. Y en lo físico, se presentan temblores, dificultad al caminar, rigidez muscular…
y graves problemas por la falta de control de los esfínteres anales y el uretral.
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