Creo que para la sociedad el dilema se ubicará primordialmente en los dos bloques que agrupan hasta ahora la mayor intención del voto, el del oficialismo y el frentista. En ellos se centrará realmente el debate por ganar la presidencia y la composición del poder legislativo. Van en juego la mayoría calificada para “no mover ni una coma” a las iniciativas presidenciales, en dinámicas que apestan a fundamentalismos de verdades incuestionables que abollan principios y valores democráticos así como resguardos legales e institucionales que han sido construidos en años de luchas o la conformación de los contrapesos propios de la normalidad democrática, con la obligación a dialogar y debatir.
En la elección del 2024 habrá en nuestro país más de 19 mil cargos en disputa. La más grande elección que hayamos tenido se desarrollará en un ambiente de crispación y polarización muy alto, en condiciones de incorporación de medios y formas de nuevos actores que definirán comunicaciones reales y falsas para moldear determinantemente comportamientos e intenciones de voto que sin duda configurarán resultados. Ese es el escenario que prevalece al margen de la ley.
Las precampañas empiezan con formas y tiempos que han sido definidos sin apegarse a la legalidad electoral, dejando de manifiesto la injerencia del poder del Estado en favor de sus precandidatos. Una elección de Estado que acomete con la firme convicción de no acatar reglas porque solo una verdad puede ser presentada como garante del bien del pueblo y ello hace que cualquier acto pueda ser permitido. Al diablo con las leyes, primero está ese poder y esa visión que no merece cuestionamientos.
Inician las precampañas de un proceso que con todo y lo dicho, muchos deseamos que pueda darnos sorpresas en función de las miradas y los actos de los ciudadanos, personas que pueden valorar lo que significa vivir dentro de las reglas democráticas, por más discutible o lejano que pueda parecer. Una ruta constitucional que exija el cumplimiento de los pendientes de justicia, de combate a la pobreza y a la inseguridad, que mire por la salud y la educación, que genere obras y satisfactores, que cuide el medio ambiente y actúe con altura de miras.
Recursos públicos aplicados, utilizados de forma extraordinaria desde los oficialismos, sin rubor y con simulaciones evidentes, muestran el talante del partido en el poder, que nos recuerda malos tiempos que creíamos haber superado, pero que desgraciadamente han vuelto acrecentados y violentos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Que en marzo del 2024, si, en cuatro meses, México tendrá el mejor sistema de salud pública del mundo. No pos sí.
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