Pero la nativa de Cosamaloapan no se arredra y empezó con fuerza un recorrido a ras de suelo, para platicar de verdad con la gente de verdad, en sus dominios. Ahí en los dinteles de las casas, la aspirante morenista llega envuelta en sencillez y habla con ellos de sus problemas, escucha sus quejas, atiende sus deseos.
Hace lo que ninguno de los cuitlahuistas atinó a hacer en estos cinco años: ponerse frente a las personas y ofrecerles una oreja para que en ella depositen sus demandas; responderles con la verdad sin caer en promesas falsas y vacías.
A la fecha, Mónica Robles es únicamente una militante de Morena sin cargo alguno, que cree en el Presidente Andrés Manuel López Obrador. Mientras dice esto, campea en el aire el rumor de que él ve con agrado la aspiración de su amiga, hija de sus amigos. Explica con claridad que sabe de su intención, pero asegura con firmeza que él no va a meter las manos a su favor (como si las está metiendo Cuitláhuac en pro de su valedora Dorheny, válganos dios).
En unos diez días, el comité de elecciones de Morena dará a conocer el resultado de la encuesta pública para determinar a la candidata. Mientras, Mónica sigue su camino por las sendas y los senderos jarochos, que son tantos, y continúa convenciendo a quien se le pone enfrente de que su proyecto es bueno y sus intenciones mejores.
Quizá, tal vez termine ganando por su empecinamiento de ayudar a los que menos tienen y de lograr un estado más justo y un poco mejor.
Le deseamos suerte.
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