Aperitivo: “Las inundaciones no se producen porque los ríos crecen, sino porque el país se hunde.” ¿Será?
Mi amigo Crisóforo, el taxista –aprovechando el tráfico lento de todos los días en esta ciudad capital donde crece el número de autos que nos obliga a mentar madres sin ton ni son-, me dice sin parar: “Pasa el tiempo y lo único que escucho son gritos, más gritos, gritos de dolor y desesperanza, gritos de angustia y de impotencia, gritos de tristeza, de llanto, de encabronamiento, de ausencia…”
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Se queda callado, acelera un poco, se detiene en el siguiente semáforo y agrega: “Dios no nos escucha o pareciera que no existe, sin joder al prójimo que sí cree en él; cada quien su devoción, pero ni tantito se me antoja a mi inteligencia que por ir a ver al Papa Francisco, nuestro país sane, se salve de tanta violencia, corrupción, impunidad y “castigos” terrenales que forman ríos de sangre, aunque hay quienes piensen que a río revuelto ganancias de cabrones, lo cual sí creo, sobre todo ahora en estos tiempos que corren, electorales o no, pos de las delicias del poder, ¿quién se sustrae?”
Entonces recuerdo lo que escribió Ana María Matute: “Nunca hubiera podido imaginar que una ausencia ocupara tanto espacio, mucho más que cualquier presencia”. Vaya si es cierto. Pero qué madres importa, quien se fue, se fue, a quien se lo llevó la chingada, se lo llevó, quien se apendejó, se apendejó…
¿En qué México estamos? No crea ni en su propia sombra. “Llaman falsamente paz a lo que no es sino una miserable sumisión”, expresó Tácito.
Crisóforo me deja en mi centro de trabajo y me dice: “Acuérdese, patrón, de la diferencia entre el capitalismo y el socialismo… El capitalismo es la explotación del hombre por el hombre; el socialismo es justo al revés.” Se carcajeó y se fue campante, mentando madres al conductor que tenía delante y no se movía por darle un beso a una bella dama.
“Así es México”, pensé. Hay que seguir adelante. Ya en la oficina, busqué lo que expresó días antes Susana Alexander cuando le preguntaron: “¿Cómo afronta usted la muerte, Susana, le da miedo?” Ella contestó: “Miedo no. Sé qué va a pasar. Ojalá un día me quede dormida o, si no, pues que me dé un infarto. Morirse es un cambio de estadio, un cambio de nivel. Nada más. Además, he vivido muy plenamente. He comido muy bien, he tenido amantes, he tenido dos hijos y cuatro nietos extraordinarios. Entonces, vida nada me debes; vida, estamos en paz. Lo que sí espero es no perder nunca el sentido de la dignidad, el sentido del humor y el deseo sexual. Bueno, aunque el deseo sexual ya se me pasó, jajaja.”
Quien tenga oídos… El que pueda que lo haga.
Los días y los temas
Hablando de ríos, pos simple y llanamente –que no llenamente-, se acaba el agua y si no, pos más pronto que tarde no quedará ni una gota de nada, sin exageración, y entonces nos lloverá sobre mojado… lo cual sería una burla, una contradicción, una broma de Dios o la consecuencia de la estupidez que se acrecienta.
-Pero, hombre, no seas tan drástico –me dice un amigo. A lo que le comento que aquello de que a nadie se le niega un vaso de agua, quedará en el pasado, porque ni para ti ni tu familia tendrás. Cada quien llevará agua para su molino.
Informa la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco), que para fabricar alrededor de una tonelada de papel para servilletas se necesita entre 150 y 200 mil litros de agua. ¡Uuff! Es solo un ejemplo, ahí viene el estiaje…
Ni modo, va el chiste:
-¡Camarero, ya le he pedido cien veces un vaso de agua!
-Sí, ahora mismo: ¡Cien vasos de agua para el señor!
De cinismo y anexas
No sé si sea verdad, pero dicen que todo político aspira a convertirse en Mickey Mouse: ser tan encantador que la gente se olvide de que es una rata.
Hasta la próxima. |