En el bando opositor tomaron la ofensiva con decisión y no les fue mal. Xóchitl Gálvez se notó mucho más suelta, sin las ataduras del primer debate y eso le hizo ganar en frescura y contundencia. A su vez, José Yunes fue incisivo, directo y agresivo en su estrategia al destacar las debilidades de su oponente –su presunta corrupción y el desconocimiento del estado; y aun cuando no es ése realmente su estilo ni su narrativa para hacer política, le dio buen resultado en la percepción sobre quién se alzó con la victoria en el debate.
Los emecistas Jorge Álvarez Maynez e Hipólito Deschamps jugaron al invitado de piedra, ya que ninguno de los candidatos punteros les hizo caso, lo que por otra parte les permitió deslizar algunas propuestas y, sobre todo, desempeñar su verdadero rol en estas campañas: el de fragmentadores del voto de la oposición. Esquiroles, pues.
Todavía queda un debate para la presidencia y la gubernatura. Sin embargo, poco será lo que éstos puedan influir en el ánimo de los electores. Los seguidores de cada bando ahí se van a mantener. Empero, el último mes será el momento en el que candidatas y candidatos salgan a echar su resto para buscar convencer a los indecisos, que suman todavía un alto porcentaje de cara a los comicios y pueden ser determinantes el día de la jornada electoral.
Los escenarios y las tendencias reales –no las de la agobiante y desinformadora propaganda-, como ya se había señalado en una entrega anterior de la Rúbrica, están más cerrados de lo que parece, lo cual explica en buena medida la prisa del régimen obradorista por sacar en “fast track” todas las reformas legales que pueda, pues se ve lejana la posibilidad de una aplanadora –y en consecuencia, de su funesto “plan C”- a partir de septiembre en el Congreso de la Unión.
Pero ello también dependerá de cómo preparen partidos y candidatos a las estructuras con las que enfrentarán el día de la elección. Mucho será el dinero que corra y sin duda también influirá en el rumbo de los resultados. En ese aspecto, el oficialismo tiene ventaja al contar con el arca abierta. Pero también suma muchos negativos, pues al menos en Veracruz, todo se les ha complicado.
Así como fue evidente su ausencia de civilidad política el día del debate, cuando dejó con el saludo en el aire a José Yunes Zorrilla, una furibunda y sobrada Rocío Nahle amenaza a diestra y siniestra al interior del morenato a quienes formaron parte de los proyectos que le disputaron –e incluso, le ganaron- la candidatura en el proceso interno de su partido.
Es de esperar que todos esos a los que ahora agravia se declaren de brazos caídos el 2 de junio, por lo menos por lo que a la elección por la gubernatura respecta. Al igual que los burócratas, a los cuales han sobajado hasta el hartazgo, obligándolos a repartir pasquines en sus días libres y a llenar mítines, y que en la urna les querrán cobrar las facturas por todas las ofensas acumuladas.
No es gratuita la percepción en los medios llamados nacionales que Morena estaría a punto de perder Veracruz, lo que prendió las alarmas en el obradorato en pleno.
A lo mejor eso explica el mal humor de quien no le gusta que le recuerden en dónde nació.
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