Pero la carta trae un párrafo que cimbró hasta la médula al inquilino de Palacio Nacional: “Es de conocimiento público y está en los registros oficiales de México y EUA los contactos, vídeos, audios, fotografías, registros de comunicación y gestión entre el actual presidente Andrés Manuel López Obrador y sus operadores con los líderes del narcotráfico y sus familias…”
Y nomás con ese párrafo debió tener Andrés Manuel para no pegar el ojo ayer por la noche.
Sus adláteres se movieron con rapidez e hicieron dos cosas: minimizar la acusación y descalificar al acusador. “¿Quién le cree a un preso? El tipo fue cómplice del Chapo” dijo Fernández Noroña. “Es un asunto político, Andrés Manuel es un hombre honesto” aseguró Claudia Sheinbaum. “Está acusando sin pruebas” agregó alguien. Pero se equivocó, porque pruebas las tiene Genaro por kilos y a montones.
Como jefe de la policía en este país, tuvo a su disposición la infraestructura necesaria para perseguir maleantes y vigilar a los enemigos de su jefe Felipe Calderón, como por ejemplo a Andrés Manuel López Obrador, al que lo menos que le hizo fue alambrearle su teléfono.
Es impensable que no se haya guardado, para lo que se ofreciera en el futuro, una copia de ese seguimiento. Y el futuro ya llegó.
También deben tener una copia de ese material Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Y quien tiene información del señor presidente desde que andaba bloqueando pozos petroleros en su natal Tabasco es el Ejército mexicano. Y por supuesto, el gobierno de Estados Unidos.
Si López Obrador hizo algo chueco, lo supieron García Luna y Calderón hasta el 2012; Peña Nieto hasta el 2018, pero el Ejército y el gobierno norteamericano (llámese DEA, FBI o Departamento de Estado) lo saben desde hace 30 años o más.
Saben cómo fue su infancia, su juventud, su vida conyugal, qué enfermedades padece, qué medicinas toma, cuáles son sus filias y cuales sus fobias; cuánto dinero tiene en el banco, si tiene o no una querida, si ha escrito en realidad sus libros o se los escribieron y de ser el caso, quién se los escribió.
Saben hasta nimiedades como qué desayunó hoy, qué comió ayer y qué cenó el 18 de septiembre del 2017 (solo por decir una fecha). Saben cuándo y dónde compró los zapatos que usó en la ceremonia de su primer Grito. Quiénes y de qué calibre son sus amistades. Y por supuesto, saben con quién habla y sobre todo, de qué habla.
En tres palabras: lo saben todo.
Si al Mayo Zambada no le ha tocado ni un pelo y ha estado rogando porque le dé una embolia que le impida abrir el pico, con García Luna se fue por la libre y lo denostó, humilló y vilipendió hasta el hartazgo, sin imaginar que el ex policía lo balconearía como lo hizo ayer.
Hoy Andrés Manuel se desquitará de Genaro vomitándole su odio y acusándolo de narco. Pero serán patadas de ahogado, porque el mejor presidente que ha tenido el país en su historia está en la mira de los vecinos del norte.
No sólo por los señalamientos de García Luna que se pueden convertir en oro por la cantidad de información que posee, sino por las pruebas documentadas que ha acumulado por años el gobierno de Estados Unidos sobre Andrés Manuel, qué hará Claudia Sheinbaum si un día Kamala Harris o Donald Trump le dicen: ¿Me lo envías tu o mando por él?
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