En primer lugar, están los ardientes fuegos que llegan a Veracruz desde el Altiplano, del mero Congreso de la Unión, cuyo autor visible que da la cara es el Senador que perdió la encuesta por la candidatura presidencial por MORENA, Adán Augusto López Hernández.
En este selecto grupo de los que dan la cara y protagonizan sendos pleitos mediáticos, en lo local están el Senador Manuel Huerta (aliado de Adán Augusto López Hernández), enfrentado a Juan Javier Gómez Cazarín, delegado federal de Bienestar.
Pero también hay otro grupo invisible y cobarde, al que pertenecen los que desde las sombras tiran piedras, unas verdaderas rocas volcánicas en contra de algunos colaboradores de Rocío Nahle.
En la SEV, por ejemplo, al que agarraron de piñata para culpar de moverle el tapete a Claudia Tello, fue al diputado federal Zenyazen Escobar García.
Pero ojo, es raro que de todos los problemas heredados en esa Secretaría no se mencione para nada al extitular Víctor Enmanuel Vargas Barrientos, quien estuvo casi año y medio en el cargo. Tampoco se menciona a la exoficial Mayor, Ariadna Selene Aguilar Amaya, que duró en el cargo los 6 años -más tiempo que Zenyazen y que Víctor Vargas- y que tuvo todo el poder de Palacio en sus manos.
Los ataques directos a Zenyazen bien podrían ser un buen distractor para ocultar lo que realmente sucedió en la SEV en el sexenio pasado. Una buena hipótesis.
También deben estar por ahí las manos de quien destituyó o influyó en el cese de la efímera exoficial mayor, María Esther Reyes González, luego de que se revelaron contratos irregulares en la pasada administración. ¿Quién la empinó para que declarara eso si no tenía pruebas? ¿Quién la cesó precisamente por sacar a la luz la verdad?
Sea como sea, al parecer hace falta una mano rígida, firme y dura para apagar los fuegos al interior del partido y al interior del gabinete, porque de todo ello la única perjudicada en el tiempo será Rocío Nahle García.
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