Y lo importante que logró Luis Carbonell es que al interior de partido no hubo jaloneos ni pleitos ni puñaladas traperas ni traiciones. Sólo él sabe cómo lo hizo, pero consiguió ponerse encima de la cresta y pudo remontar airosamente la ola de conflictos que generalmente se presenta en esta difícil y complicada selección.
Fue un verdadero trabajo de tru tru político conciliar los intereses de miles de militantes y aspirantes que querían encabezar en los municipios el proyecto de Movimiento Ciudadano para cada Ayuntamiento.
La pasión electoral, es sabido, crece y explosiona de manera proporcional a la cercanía de la autoridad elegible. Mientras más a la mano está el poder, más se enerva la gente que quiere conquistarlo. Por eso en esta justa electoral se presentan problemas que terminan por enemistar a hermanos contra hermanos, a compadres contra compadres, a amigos contra amigos, a esposos contra esposas y viceversa.
Es todo un valiente el que se arriesga a meterse entre las patas de los caballos en esos 212 pleitos y más que ocurren en cada ciudad, pueblo y colonia. Los partidos y sus líderes casi siempre salen raspados con unos porque eligieron a otros. Por ello es una gran hazaña sacar la elección interna sin que haya complicaciones mayores, sin pleitos y sin consecuencias funestas, que las hay a menudo.
Viene el tiempo de silencio y después la algarabía de las campañas. Las etapas traerán nuevas confrontaciones en lo interno y en lo externo para cada partido, y seguramente habrá adelantos y atrasos entre los competidores.
Pero en la maratón están arrancando primero los naranjas, puestos ahí por el oficio político de Luis Carbonell.
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