Sin tacto.
Sergio González Levet.
 

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Rascar
2025-04-08

Comer y escribir sobre el verbo rascar, todo es empezar.


Estaba frente a la pantalla en blanco tratando de dar con alguna cuestión para escribir en esta columna y como un acto reflejo me empecé a rascar la cabeza, buscando tal vez alguna idea escondida entre los pliegues de mi cada vez más ralo cabello.


Y la acción me dio el tema, porque me llegó como una epifanía la idea de que siempre era posible y probablemente mejor escribir sobre el diáfano acto de rascar que seguir hablando y bordando lamentaciones estériles sobre la política y sus consecuencias funestas en nuestro país, en el mundo y ahora con las naves de Elon Musk en el sistema solar.


Decía don Adolfo Ruiz Cortines, ese enorme filósofo de lo cotidiano, que el rascar delataba una de las condiciones primigenias del ser humano. Y es que, según el gran Presidente de la República, siempre nos rascamos hacia adentro, hacia nosotros. Tome usted su mano e intente rascar su brazo, verá que lo hace de la mano hacia el codo y no al revés. He ahí demostrado que el hombre ve primero para sí y después para los demás. ¿O conoce usted a alguien que se rasque hacia afuera, como ofreciendo al mundo los dones de su rasquiña?


Bueno, rascar es algo que se hace sobre la piel, en muchos casos sobre partes decentes, como el rostro, las manos, los brazos, los codos y ¡la panza! Hay otros lugares un tanto reprochables, como la nariz, el interior de las orejas o las axilas.


Y definitivamente existen ciertas partes de nuestra anatomía que es mejor no mencionar, o tratar de hacerlo con algunos eufemismos que no afecten el candor de algunos lectores y/o el humor de muchas lectoras. ¿Lo dejo a la imaginación o me atrevo?


Me atrevo: está en primer lugar de nuestra desgracia en sociedad el prurito anal. Es una comezón imposible de soportar, que requiere un tratamiento violento y rápido, pero que nos hace quedar en una posición ridícula o cuando menos risible. Es una molestia que nadie confiesa haber tenido. Del mismo modo que todos los prisioneros de las cárceles aseguran que son inocentes.


Y está lo que el poeta ha llamado “las partes nobles”, aunque aquí debemos insistir en que es una actividad que el hombre realiza mucho menos de lo que parece. La mayoría de las personas acusadas de tener comezón en la entrepierna en realidad se están acomodando las “nobles”, que insisten en pegarse en las paredes internas de los muslos. Un inventor jarocho, cuyo nombre no registró la historia, pretendió alguna vez patentar unos calzoncillos con teflón, basado en un axioma científico perfectamente demostrable, toda vez que cuando alguien cocina en una sartén con ese elemento: ¡los huevos no se pegan!


Bien, rascarse la piel es una manera rápida y efectiva de calmar la ansiedad, pero hay que tener cuidado con la dosis, porque a largo plazo llega a producir un gran malestar en la zona atacada con las uñas.


Como colofón, diré que un estudio científico realizado con más de 400 voluntarios descubrió cuál es la parte más placentera del cuerpo para rascarse:


¡El huesito exterior del tobillo!


sglevet@gmail.com

 
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