Lejos de caer en la provocación, Nahle recordó el breve encuentro que sostuvo con León Trauwitz durante la etapa de transición, cuando él mismo —a sabiendas de su situación— pretendió ofrecer servicios de “inteligencia” sin aportar absolutamente nada relevante. “Y usted, ¿por qué se va?”, le cuestionó con natural contundencia en aquella reunión. “Porque ya me voy a Panamá”, respondió el entonces funcionario, en lo que ahora suena a confesión anticipada de fuga.
La gobernadora aprovechó el espacio para poner sobre la mesa un tema mayor: el desfalco energético impulsado desde la Reforma Energética de Peña Nieto, que permitió la entrega indiscriminada de más de mil permisos de importación de combustibles sin sustento técnico ni fiscalización real.
“Era inundar el mercado sin control”, sentenció, al tiempo que explicó cómo desde la Secretaría de Energía se logró depurar el sistema, cancelando permisos ilegales y desmontando un huachicol fiscal que operaba con total impunidad.
La intervención de Rocío Nahle no fue solo una defensa personal. Fue una lección clara de cómo se ejerce el poder con responsabilidad, inteligencia y transparencia. Y también fue un mensaje para quienes creen que las mujeres en la 4T están de paso. Al contrario, están más firmes que nunca, marcando diferencia con hechos y no con gritos.
Aristegui, acostumbrada a llevar la voz crítica, esta vez fue sorprendida por una interlocutora que no solo desmintió, sino que desmontó con hechos y sin aspavientos toda una narrativa. Una clase política con todas sus letras. Y sí, una muestra más de que las mujeres de la 4T no solo llegaron: llegaron para quedarse.
Al tiempo.
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