El turismo ha sido reactivado, el transporte público reordenado, y los caminos rurales comienzan a pavimentarse tras décadas de abandono. Medicamentos llegan a comunidades marginadas y los programas para fomentar el emprendimiento toman forma.
Lejos de apostar por la narrativa o el show mediático, Nahle ha optado por el trabajo estructural. Sus decisiones no siempre son populares, ni tampoco espectaculares, pero están orientadas a generar orden donde antes hubo caos. Esto último —el orden— es el principio rector de su gobierno, y en un estado como Veracruz, históricamente marcado por el desorden administrativo y político, eso ya es un cambio de fondo.
Sí, Veracruz tiene problemas.
La inseguridad sigue siendo un tema grave, pero se enfrenta con seriedad y en coordinación con las instituciones federales. Marina, Sedena, Guardia Nacional, la FGR y la Fiscalía estatal participan en un diagnóstico y una estrategia conjunta.
No hay pactos oscuros, ha dicho Nahle, solo compromiso con el pueblo. Una afirmación que contrasta con los rumores y las campañas negras que intentan posicionar la idea de un gobierno rebasado.
En este contexto, han surgido voces dentro y fuera de su partido que, más que ejercer una crítica responsable, apuestan por el desgaste político. Algunos personajes, conocidos por su oportunismo, aprovechan cualquier coyuntura para intentar sembrar inestabilidad. Pero la Gobernadora ha sido tajante: “Golpistas, a otro lado”. Su mandato, recuerda, tiene el respaldo de las urnas.
A quienes la critican sin matices, les convendría salir de sus trincheras y recorrer las regiones donde las obras y los servicios están llegando.
Gobernar es resolver. Y hoy, en Veracruz, se gobierna con pasos firmes, aunque no gusten a todos. El estado no solo está de pie. Está avanzando, contra viento y marea, le guste o no a un selecto grupo de corifeos que ahora buscan destensar sus tripas y su bilis en quienes simplemente analizamos la situación real de Veracruz.
Al tiempo.
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