Y es que no es posible comprender cómo pueden caber tantas mentiras en un texto de tan pocas cuartillas y tan mucha orfandad.
Instalado como está en la esquizofrenia, Martín Aguilar insiste en declarar y en informar que ha sido un buen Rector, y qué digo, un gran Rector, el mejor de todos los tiempos. De su boca solamente salen elogios auto-concebidos sobre su desempeño como la máxima autoridad de la casa de estudios veracruzana en los últimos cuatro años.
Su discurso es una muestra palpable de la dicotomía entre su percepción equivocada y la realidad; una larga fila de mentiras y promesas irrealizables. El gris personaje se describe como un gran Rector, alabado por propios y extraños y ampliamente querido por la comunidad. Dice que ha tenido enormes logros cuando todos los indicadores ofrecen una visión catastrófica de la Universidad. Asegura que todo lo ha hecho bien y promete que va a mejorar sensiblemente el Modelo Educativo Integral y Flexible, cuando en cuatro años no lo tocó ni con el pétalo de una rosa.
Es verdaderamente increíble oírlo decir con desvergüenza que la UV se ha manejado con una honestidad prístina, mientras la información sobre los manejos financieros permanece en la oscuridad y en la sospecha.
Ante el espectáculo de la comunidad universitaria levantada en favor del respeto a las leyes, el rectorcillo inventa complots en su contra, acusa de intereses oscuros a las más limpias intenciones de defender a la UV.
Quedan cuatro días para que se consume la infamia de los deslucidos miembros de la Junta de Gobierno. Si no se hace nada para impedirlo, el próximo lunes amaneceremos con un Rector espurio por primera vez en la gloriosa historia de nuestra alma mater, con las terribles consecuencias legales y educativas que eso traería.
Eso sí, ese primer día de septiembre también se movilizará la parte mejor y mayoritaria de la UV para impedirlo.
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