“La del honor” llegó con un sabor amargo, pues mientras la opinión pública elogiaba el desempeño de Misael Rodríguez en box, que ya aseguró medalla aunque haya competido con uniforme prestado, circulaban profusamente en redes sociales las fotos del tiempo en que anduvo “boteando” en el transporte público para conseguir recursos que le permitieran participar en el Mundial de Doha, después de haber sido medallista en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 2014 y en los Panamericanos de Canadá 2015. La irritación contra las autoridades deportivas aumentó y contra el gobierno en general. Los comentarios de enojo menudeaban en las redes.
El Senado tomó el tema deportivo para pedir sea llamado a cuentas Castillo. El PRD pidió su destitución. El funcionario ha quedado muy mal, no pudo contra la delincuencia en Michoacán y tampoco pudo conducir la política deportiva. La intervención del Senado, sin embargo, llega un poco tarde y sólo se produjo gracias a los reflectores que atraen los Juegos Olímpicos, pues los problemas en el ámbito deportivo no son, para nada, nuevos.
En descargo de Castillo hay que hablar de su intento de transparentar los recursos que se entregan a las federaciones, pero estas, habituadas a manejar a su modo los recursos que reciben del gobierno, reaccionaron de modo virulento. Obtuvieron el apoyo del Comité Olímpico Mexicano y doblaron a Castillo. Si se quiere evaluar el desempeño de los deportistas se debe hacer una revisión a fondo del problema. Es preciso que las políticas públicas correspondan con una nueva normatividad. El deporte mexicano está en manos de las federaciones que actúan como pequeñas mafias que deciden discrecionalmente si arropan o ignoran a los deportistas, independientemente de su desempeño. Se niegan a ser sujetos obligados de las leyes de transparencia a pesar de recibir recursos públicos. Esto no es de ahora, hace años que funcionan así.
Al gobierno mexicano le tembló la mano para meter en cintura a las federaciones deportivas. Si hubiera sabido cómo contribuiría el deporte a disminuir más su popularidad quizá se hubiera atrevido a tomar la decisión de sacrificar la participación del país en las Olimpíadas con tal de poner orden. No deja de aparecer la interrogante ¿por qué con los maestros sí y con los zares del deporte no? El poder que han adquirido las federaciones anula cualquier política pública para promover el deporte y para formar deportistas.
¿Qué hay corrupción en la CONADE? Sin duda, ya lo demostró Castillo con su novia, que al mismo tiempo es prestadora de servicios del organismo deportivo. Pero también lo hay en otros ámbitos que se han adueñado del poder de decidir a quién se apoya y a quién no. Es por eso que se pueden ver deportistas de una entidad que representan a otra, porque se mueven en busca de apoyos. También es por eso que los presidentes de federaciones y el del Comité Olímpico señalan abiertamente a Castillo, para ocultar su responsabilidad.
Ante este panorama, ¿de verdad puede haber medallas que salven el honor de los que manejan el deporte en México?
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