Mientras, la “zopiloteada” de Javier Duarte –quesque también sujeto a revisión con pistolas de agua y metralletas de salva- ya no encoleriza, solo mueve a la carcajada.
Evoca Ezequiel Castañeda Nevares un pasaje de hace 30 años cuando Veracruz sufrió la pérdida del ilustre tuxpeño Demetrio Ruiz Malerva, quien había destacado en los terrenos de la política, el periodismo y la ciencia jurídica.
Fue acribillado, según la versión oficial, por estar en el lugar y momento equivocados, verdad que, sin embargo, siempre ha estado bajo sospecha.
Un trasfondo aludió en su momento a grupos criminales antagónicos –los Rodríguez contra los Estrada-; otro señalaba la advertencia del gobierno de don Agustín de acotar, atajar o cercenar el cambio generacional que ya se veía venir ante la simpatía de Carlos Salinas de Gortari en favor de su amigo y colaborador cercanísimo Demetrio Ruiz Malerva, y una más, echarle a perder el juego del “Delfín” de don Fernando.
Este reportero recuerda aquella tarde –acaso un caluroso mayo de 1986- cuando después de un largo caminar del candidato a gobernador, Fernando Gutiérrez Barrios, por la Cuenca del Papalopan, llega la brutal noticia de que Ruiz Malerva había sido acribillado por un grupo de pistoleros en Álamo.
Al día siguiente pronunciaría en Tlacotalpan aquellas legendarias frases del “¡Caiga quien caiga!.. y ¡fuera de la ley, nada!”, hoy tan desgastada por una clase política decantada y sumida en el descrédito.
Ruiz Malerva, había caído bajo la metralla asesina que daría lugar a una extraña investigación policiaca que determinaría, ya en la época de Chirinos, que los asesinos –la familia Rodríguez de Álamo- fueran puestos en libertad “por falta de elementos”.
Acaso son crímenes de Estado o es la misma lucha subterránea por el poder en donde se mandan mensajes –con cuerpos etiquetados- para que determinado grupo o quiste de poder, siga usufructuando tan ganancioso espacio.
Hay políticos a quienes gusta trascender a través de los “ismos”; hay otros que prefieren retirarse en silencio; otros más que presionan para salvar el pellejo, y los hay también cuyo grado de compromisos es tal que los grupos de poder y narcopolíticos terminan saliéndose de control.
Por estos días el controvertido gobernador electo Miguel Ángel Yunes Linares ha sido objeto de tres llamadas de atención –acaso de advertencias- de policías que extrañamente confunden a tan conocido personaje con gente que ni buscan y acaso esperan que los criminales lleguen al retén para aprehenderlos para que al estilo del exquisito “Fisculín”, Luis Ángel Bravo Contreras, ordenar -“¡Paren prensas!” porque después de enchinarse la pestaña con una cuchara cafetera que lleva en el bolsillo izquierdo del saco- tomarse la foto con esos feos criminales.
Lo de Yunes Linares no es un asunto menor.
Requiere una explicación oficial que no sea por tuit ¡Por Dios!.. menos de la “ayuda” del “zopilote” que solo anda en lo suyo, la carroña.
Demanda la precisión de la autoridad para dejar en claro de cara al imaginario colectivo, que no hay tal afán de echarse al plato a Yunes Linares antes del uno de diciembre tal como se grita a sotto voce.
Que se recuerde y de verdad perdón porque de manera cotidiana aludo a un gran veracruzano, a Don Fernando Gutiérrez Barrios, con quien trabaje 23 años y ha sido un recio referente de la historia política de México… bueno, pues que se recuerde, después del seis de junio de 1986 cuando gana la gubernatura, se gesta una transición de terciopelo.
Tanto el gobernador electo como sus colaboradores fueron objeto de toda la cortesía política del gobierno saliente que encabezaba don Agustín Acosta Lagunes.
Al entrante, a don Fer, le pusieron a disposición elementos de seguridad y todo el respaldo mismo que gentilmente declinó dada su actividad política de siempre enfocada a la seguridad y a que de junio a diciembre se retiró prudentemente a la ciudad de México a preparar su plan de gobierno y analizar quienes iban a colaborar con su gobierno.
En la misma proporción, insisto, fue el trato a los equiperos. Hubo todo género de facilidades de información administrativa y financiera, así como prácticamente la puesta a disposición del personal.
Y eso era algo más que una cortesía política.
No se usaban los libros blancos, solo había que sentarse y escuchar lo que se dejaba y lo que se pretendía continuar, sin recomendaciones; solo el criterio del entrante que decidía quien seguiría y quién no.
En lo personal evoco al querido “Yayo” Gutiérrez, quien solo tuvo opiniones de respeto, acaso una fina ironía “¡Bienvenido al infierno!”, tan característica en él que más que lastimar alegraba.
En realidad el equipo de prensa del Yayo, que continuó en la administración de Gutiérrez Barrios, no necesitaba recomendación alguna, todos eran expertísimos en su ramo:
Arturo Reyes Isidoro, Manuel Rosete, Raúl Peimbert, Raúl Torres, Miguel Reneaum, al igual que esos generales de la lente… Juan Arriaga, Vidal Sánchez, Marcelo Arriaga, Juan Manuel Bravo, Juan Ochoa (hoy finados), todos chingones.
Recuerdo se invitó a Jorge Lira, quesque por ser el mejor fotógrafo del DF, lo era, como también lo eran sus pares de Veracruz, René Corrales, Josué y Adrián Aguirre.
Y qué decir de Rosa María Espíndola, eficiente y discreta secretaria, Olga Báez, (ya fallecida), Isabel Coria, Maura Oyarzabal, Hortensia Landa, Catalina López, Dulce María Sordia, Ángeles Sánchez, Claudia Bautista, Olga Lucero y Lupita López.
Más de 140 colaboradores –Canal 4+ incluido- al servicio de la transición.
Pero bueno, regresando al punto –me pierdo en evocaciones- la seguridad del gobernante, el entrante y saliente, de siempre ha sido fundamental, es el basamento de toda sociedad organizada.
Impensable abonar en favor de la zozobra ciudadana como lo sería un atentado al gobernador elector. Elemental en todo estado de derecho garantizar la vida del inminente jefe de las instituciones.
No es justificante que no se haya dado una transición ordenada ante las reglas elementales de respeto mutuo.
Cierto que ni Miguel guardo discreción y distancia institucional, ni Javier Duarte extendió la mano de una relación institucional, menos se atrevió a levantarle el brazo al triunfador, pero incuestionable las garantías mínimas al vencedor, ya que ni al más bobo convence el dicho del mandatario estatal de que él y su familia también han sido detenidos en los retenes para revisión (y si hicieran ya los hubiera mandado a fusilar).
Aquí si aplica la regla de oro de no quieras para ti lo que desees para tu prójimo. A Duarte ya como ciudadano sin la investidura no le gustaría que lo anduvieran monitoreando y deteniendo en cada semáforo, máxime que ha declarado se interés en quedarse a vivir en Veracruz.
Como sea, la garantía de vida es indispensable.
La opinión pública piensa en fatalidades y eso es inadmisible. Miguel Ángel Yunes Linares es el gobernador electo y eso hay que considerarlo hasta que lo sea constitucionalmente y tenga bajo su mando a las fuerzas armadas estatales. Su vida debe quedar bajo resguardo absoluto los próximos 75 días.
Son tiempos de unidad y reconciliación.
Tiempo al tiempo. |