Y si bien de siempre han existido esas prácticas, su abuso las convirtió en escándalo.
El atrevimiento de una oscura oficina de Palacio de Gobierno al filtrar una conversación telefónica donde uno de sus más conspicuos exponentes del grupo en el poder, Ranulfo Márquez Hernández, muestra su apetito enfermizo y corrupto al invitar a un “trío sexual” a una colaboradora embarazada de siete meses.
Ello no hizo más que destapar la cloaca de las depravaciones sexuales y desviaciones de la “Cofradía de la mano caída” llevada por Fidel Herrera a las instituciones.
Hoy para nadie es un secreto como en localizadas oficinas de Palacio y en una parte de las dependencias de gobierno hay recámaras ocultas y salones de fiestas privados en donde la diversión empieza a media tarde y termina sobre ríos de alcohol y sexo a altas horas de la noche.
27 restauranteros, proveedores de bebidas y alimentos de primerísima calidad desde hace más de una década, han sido los directamente beneficiarios al recibir en el día a día, cuantiosas sumas de dinero por sus servicios.
Algunos de ellos, testigos de las atrocidades sexuales, han atrevido a relatar los hechos.
Los shows lésbicos-gay; las pasarelas nudistas de las “40 principales”, favoritas de Palacio que cobran de fijo –desde la era de la Fidelidad- 60 mil pesos mensuales en diferentes oficinas de gobierno, más lo que se acumule.
Y para las elegidas, las más apetitosas a la vista de los poderosos, posiciones de poder, cargos de elección popular, subsecretarías y delegaciones federales, Notarías, jugosas comisiones, patrocinio de operaciones con los mejores cirujanos del mundo; regalo de mansiones en Costa de Oro, Boca y Alvarado, camionetas de a millón; guaruras y carteras repletas para comprar las más finas prendas y lavandas que agraden y exalten el apetito erótico del jefe.
Todo a cambio de favores sexuales, que atiendan y hagan realidad sus más escondidas perversiones y que siempre estén ahí, de fijo, para lo que se ofrezca porque la fiesta nunca termina.
Es una lucha erótica de todos contra todos.
El goce de esos placeres mundanos: hombres con hombres; mujeres con mujeres; orgías de grupo e incluso cuando no hay más erecciones ni orgasmos en los patrones, el recurso es mirar, solo el placer de observar y ordenar quien contra quien.
Son las historias de Palacio en donde el PRI estatal no se rezaga.
Desde la época de Erick Lagos, la institución cuenta con un apartado, un salón adjunto a la Presidencia, con una recámara de espejos, baño con doble regadera y plasmas de 80 pulgadas para el disfrute porno, cantina y un comedor, todo rojo como símbolo de la Fidelidad.
Por Palacio y el PRI han desfilado menores de edad.
Hombres y mujeres que por unos pesos, incluso por hambre, alquilan su cuerpo. Se manifiestan dispuestos a la degradación y abuso sexual a cambio de la promesa de una plaza.
En la Secretaría de Educación de Veracruz se tiene incluso habilitada –al menos así lo fue en la época de Adolfo Mota- una enorme “sala de juntas” que en repetidas ocasiones fue utilizada como “pasarela” de streptease y orgías entre “amigas” y “amigos” y colaboradores que sin descuidar el trabajo daban rienda suelta a sus instintos.
Ya mismo, el 25 de enero de este año, un grupo de aspirantes a profesoras, repartieron un volante donde manifiestan que el en ese entonces (2015-2016), el Oficial Mayor de esa Secretaría, Vicente Benítez González, mantenía una red de explotación sexual, con aspirantes a maestras, con las que organizaban pasarelas nudistas, con la finalidad de otorgarles una plaza magisterial.
Vicente Benítez y Valentín Arrieta San Román, su secretario particular, además de un tal “Sidarta”, eran los líderes de este grupo de políticos abusadores.
Formaban parte de la red de trata de maestras, muchas de ellas madres de familia, que son elegidas a través de cámaras de circuito cerrado, cuando acuden a la SEV, para invitarlas a formar parte de este círculo, donde el visto bueno se los da Valentín Arrieta.
Posteriormente, señalan, son llevadas por engaños a casas de seguridad pagadas por la SEV, para satisfacer los apetitos sexuales de los jefes.
Fuera de las instalaciones públicas también hay fiestas.
Son restaurantes en Xalapa y el corredor Veracruz-Boca del Río –en Tuxpan se habilitó el último piso del hotel Crown, hoy Gamma- que cuenta con todo para la diversión, recamaras de espejos con tubo y potros de madera.
Es ahí donde las francachelas duran hasta tres días, las mismas en donde se cierran negocios millonarios y acciones de poder que rematan con la celebración del Fauno y adoración del becerro de oro.
Todo ello al amparo del poder, el mismo que abrió las puertas a la homosexualidad y lesbianismo a los más altos cargos de responsabilidad del gobierno de forma legítima siempre y cuando no rompieran el molde por excesos y desviaciones como sucedió y que terminaría por corromper las estructuras de poder.
Y es que con la Fidelidad, cual masonería, se establecen nuevas reglas del juego de poder. Las mismas que arrancaron desde la época del Presidente Luis Echeverría con la llegada de una corriente gay (1970), se distorsionaría en la era López Portillo (1976-1982) y tomaría carta de naturalización en los sexenios de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de la mano de su fiel pareja José Córdoba Montoya.
Ello permearía a los estados de la república algunos de los cuales mantendrían el cabal equilibrio, no así otros como Manuel Velasco, gobernador de Chiapas, Rafael Moreno Valle, en Puebla, aspirante presidencial o Gabino Cue, en Oaxaca, homosexuales en abierto que han hecho de sus gobiernos una fiesta de excesos y saqueo de las arcas.
Para Veracruz esa distorsión de género llevada al paroxismo ha marcado la imposibilidad de alcanzar un buen gobierno, no por la homosexualidad, sino por la prostitución política.
Así, mientras en países como Estados Unidos y la mayor parte de Europa el valor profesional y respeto a la preferencia sexual se han traducido en un alto rendimiento social, económico y tolerancia a la diversidad en lo político, aquí el trabajo gay, lésbico o bisexual se ha traducido en cofradías y amores insanos con cargo al erario público.
Se ha traducido en fiestas degradantes y escenas como la de “Cabeza Lata”. Ranulfo Márquez, ex candidato al gobierno de Veracruz, quien llama al sexo a una colaboradora con siete meses de embarazo para que en compañía de la “güera” –otra empleada de gobierno- hagan el “amor”.
Con esa acción enferma muestra que en su cabeza de lata tiene algo más que cerebro, es algo que hiede…
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |