Total, como siempre, no pasa nada, a pesar de los incalculables daños, cuantiosas pérdidas y evitables injustos sacrificios, de la ciudadanía y de la sociedad.
Poco importa la enorme y creciente evidencia pública del gran atraco, perpetrado por singular banda o “pandilla juvenil”, que ha desaparecido miles de millones de pesos del presupuesto estatal, que ha creado numerosas empresas fantasmas, así como transformado a dependencias fiscalizadoras oficiales, también en inútiles o “fantasmas”, como la Contraloría General y el Órgano de Fiscalización Superior (ORFIS); y que ha ocasionado importantes y numerosas pérdidas de recursos y oportunidades, contribuyendo a que millones de veracruzanos sigan en la pobreza y el hambre, en inseguridad e inestabilidad. E incluso, que instituciones y dependencias, como Ayuntamientos, Instituto de Pensiones, UV, Poder Judicial y muchas otras, estén siendo severamente debilitadas y hasta fracturadas.
¿QUE HACER CON INEFICIENCIA Y DELINCUENCIA GUBERNAMENTAL?
Como es costumbre, ¿hacer como que se hace, frente a tanta ineptitud, mediocridad, delincuencia e impunidad de responsables y culpables?
Mientras tanto, es notorio que los problemas crecen y se complican. Comprobando que no se van a resolver solos, ni con el paso del tiempo. Mucho menos con contextos económicos nacional y mundial difíciles o adversos.
Lo recomendable es muy simple. No hay que desviar la atención de la cuestión central. En Veracruz, durante estos años, se ha cometido un gran atraco, de proporciones singulares. Como nunca antes, cinismo y descaro se hacen presentes y no pasa nada. Su gobierno estatal y demasiados gobiernos municipales han sido asaltados, saqueados, vaciados, despojados o atracados.
Y por si fuera poco, injustamente endeudados en exceso; e incluso, hasta privatizados en algunas de sus áreas, parcial o totalmente, para facilitar o hacer ventajosos negocios con socios, familiares y amigos, como el caso del agua en el Puerto de Veracruz.
En resumen, el desastre no tiene parangón, pérdidas y sacrificios tampoco tienen comparación.
Lo que tampoco puede olvidarse ni minimizarse, es una ancestral lección, muy simple. Los criminales no solo están en las calles, en la obscuridad y en sus guaridas.
Por desgracia están en todas partes, en el mismo gobierno al que se supone confía, y se encarga perseguirlos, combatirlos, erradicarlos, procesarlos, castigarlos y, hasta rehabilitarlos, una vez que cumplen con sus correspondientes sanciones.
Desde siempre se sabe que prevenir, enfrentar y erradicar ineficiencia y delincuencia no es asunto que pueda y deba reducirse solo al tradicional enfoque de policías, fiscales, jueces y carceleros , enfrentados a delincuentes, hampones y bandoleros.
Asunto público de enorme importancia y trascendencia social, que requiere de una amplia y creciente participación ciudadana; y, para empezar, de una reconsideración social y gubernamental actualizada, para determinar la gravedad y características de la problemática.
Sobre todo, como consecuencia de lo que es público y notorio. Se incrementan casos de criminales que también operan desde las estructuras oficiales; están dentro por elección, nombramiento o designación. Escandalosos casos de cuestionados personajes públicos, que gobiernan o son funcionarios a cargo de dependencias, instituciones, órganos autónomos o poderes.
En fin, abundan muestras de ineficiencia y delincuencia, ineptitud y complicidad, encubrimiento y omisión, participación y corrupción son, en muchas formas, dos caras de la misma moneda oficial.
Resultando que hay innumerables ejemplos, en los que se ha demostrado y demuestra, que usan y abusan, ponen y disponen, sustraen y distraen, aparecen y desparecen recursos públicos y atribuciones institucionales.
Y también, se debe mencionar para contribuir a ese necesario análisis y diagnóstico actualizado, que en las estructuras gubernamentales, en la burocracia en general, hay otros participantes, pasivos o interesados, que dejan hacer y hasta facilitan, permiten y toleran, van de la complacencia a la complicidad. Defraudan y engañan, ignoran o minimizan, no hacen ni intervienen.
En el colmo, se sabe que muchos simulan hasta la exageración o simplemente no hacen caso y nada les importa, excepto los pequeños placeres rutinarios y sus grandes privilegios o ventajas, intereses o beneficios extraordinarios. La intocable zona de confort que la mediocridad de la burocracia crea y privilegia.
Dicen estar interesados en combatir y anular a ineficientes y delincuentes; y con mayor insistencia, aseguran que pretenden combatir al hampa gubernamental sin aplicar la ley; sin exigir su cumplimiento completo y cotidiano, ni permitir que otros lo hagan.
Contribuyendo a que buena parte de la ciudadanía y la sociedad en general, permanezcan en el desinterés y el conformismo, sin exigir transparencia, información veraz y actualizada; sin reclamar acceso fácil e inmediato a la información pública; sin demandar rendición de cuentas real y efectiva; y tampoco requerir fiscalización verdadera y evaluación social permanente.
Siempre oportuno insistir, que se debe aprovechar la oportunidad de iniciar un cambio verdadero. Empezando por limpiar y poner a todos frente a la Justicia: consolidar y fortalecer lo bueno; y, al mismo tiempo, combatir y erradicar ineficiencia y delincuencia en el gobierno.
Antes y después de todo, tener siempre presente que muchos otros problemas y necesidades de los veracruzanos, también exigen urgente y verdadera atención oficial. Hambre, pobreza, inseguridad, desempleo, falta de servicios de educación y salud, y más mucho más.
*AcademicoIIESESUV@RafaelAriasH.Facebook:VeracruzHoydeRafaelAriasHdez |