Incluso en los momentos más álgidos de la lucha contra la delincuencia organizada --en los tiempos de Calderón-- llegaron a haber grupos especiales de militares y marinos que patrullaban o se encargaban de tareas específicas. Del mismo modo, desde la PGR y la Marina se coordinaban con los “güeros” (gringos) en tareas de inteligencia.
La zona sur es petrolera, que a su vez es un polo regional que atrae a miles de habitantes de otros estados que vienen a trabajar en la industria. Aquí pueden conocerse chiapanecos, campechanos, tabasqueños, tamaulipecos, pero sobre todo oaxaqueños. A Minatitlán y Coatzacoalcos llega también mucha gente proveniente de municipios veracruzanos cercanos.
Existe también una gran diversidad indígena, donde destacan las etnias nahuas, popoluca y zapoteca. A lo anterior se suma una gran franja rural que colinda con Oaxaca y Chiapas; lugares lejanos a donde las autoridades ministeriales tardan hasta un día en llegar para realizar diligencias. Basta recordar aquella matanza en la comunidad Sánchez Taboada, entre narcotraficantes y policías, que enmarca la clase de violencia que puede llegar a existir.
Es paso obligado para los migrantes centroamericanos que también son carne de cañón de las bandas que operan para el tráfico de humanos, y ya es común que se vean a cientos de éstos pidiendo comida o dinero por las calles.
Por lo anterior, podemos decir que la zona sur es un sitio complejo donde convergen tradiciones y diferentes niveles de educación; la misma forma de vida de los petroleros raya entre lo ostentoso y una forma acomodada de vida, sin que necesariamente sean millonarios. La economía se mantiene estable y la industria petrolera ha forjado una región cómoda con bienes y servicios.
Otra característica es que por años ha sido una zona inundada de expendios de cerveza (como líquido vital para combatir al calor infernal y la humedad tropical de la región); no por nada comenzaron a proliferar los Oxxo’s como un gran negocio. Tampoco dejan de abundar los bares y cantinas en zonas populares o céntricas de ambos municipios.
Una fuente policiaca nos comentaba que un problema con el que se lidia cotidianamente es la admiración de personajes que hacen apología de la delincuencia organizada; esto no sólo es privativo de la zona sur de Veracruz, pero abona en mucho al problema de inseguridad al que se ha enfrentado. La falta de sensibilidad, educación y formación, además de admirar el estilo de vida ficticio en cine y televisión (supuestamente traducido de la realidad) de generar riqueza en poco tiempo, con poco esfuerzo y “muchos huevos”, en total desapego a los códigos no escritos de las antiguas mafias, ha corrompido a más de uno.
No por nada existen noticias de niños que juegan al “sicario” o llegan a niveles espeluznantes de simular entierros o torturas; o que cualquier zopenco se crea “Zeta” o “Cochiloco”.
El desempleo ha golpeado bastante --por el modo de vivir con salarios que difícilmente se alcanzan en otras partes-- así como los vicios y el hambre en zonas marginadas: son una parte de los asuntos en donde tendrían que intervenir estrategias no necesariamente militares o policiacas.
La educación se supone que no debería ser problema: hay tecnológicos, universidades, una Normal, y una vasta oferta de educación básica y media, privada y pública.
Pero hay algo que, como los gringos que se vuelven chiflados y les da por disparar a cuanto cristiano se encuentran en un centro comercial, de repente hace pensar a uno qué será lo que vuelve violentos a los sureños. Si es algo genético o algo que se respira en el ambiente recientemente entre tanto humo, gases y calabaza, porque estas ciudades no eran así, no sufrían así.
En una de esas, más que un ejército de empistolados y de Robocops, se necesitaría otro paralelo de antropólogos, psicólogos y psiquiatras, por aquello de que ese calor tan legendario sólo sobrevive loco o borracho.
@pablojair
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