Karime, como el personaje de la película de Woody Allen, no puede decir que no tenía conocimiento de las fechorías que cometía su esposo; no podía decir que no conocía de dónde salía tanto dinero para casas, ranchos, viajes y joyas. Ella sabía muy bien de dónde provenía esa riqueza; ella sabía que su marido le estaba robando a los veracruzanos, incluyendo a los niños, mujeres indígenas y ancianos con los que a veces se tomaba fotos.
En los últimos días salió a la luz que era precisamente Karime Macías quien se encargaba de buena parte de la operación en el lavado de dinero. Ella se encargaba de pasar las propiedades a los prestanombres, se encargaba de borrar las huellas del desfalco.
Ahora tiene que vivir a salto de mata, y si la justicia impera en este país, ella también tendrá que ir a la cárcel. La voracidad de esta pareja sexenal fue pantagruélica. ¿En verdad pensaron que podían robarse la tercera parte del presupuesto de todo un estado (3.5 pesos de cada 10) y salir tan campantes, tan como si nada?
Por eso le urgía a Javier Duarte poner como candidato a Alberto Silva, para dejar a alguien que le cuidara las espaldas. Estuvo a punto de lograrlo, pero fue gracias a las muchas denuncias de Miguel Ángel Yunes y a los artículos de unos cuantos periodistas, que estuvieron documentando esos desfalcos, que se logró llamar la atención de la opinión pública hacia este par de ladrones que superan las hazañas de Bonnie y Clyde.
¿Vivirá Karime en la negación? ¿Acusando a Duarte de haberla metido en todo este embrollo? ¿Seguirá reprochándole que involucró a su familia en sus desfalcos, a sus hermanas, primas, madre y padre? Si es así, entonces ya vive lejos de la realidad y más vale que aterrice y se dé cuenta de dónde está parada; en el centro de la ignominia.
Armando Ortiz aortiz52@hotmail.com
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