Todas ellas, pulcramente vestidas, con su pelo recogido en colas de caballo, recién bañaditas y peinaditas.
A las más pequeñas, dos religiosas se encargaban de llevarles el desayuno hasta la mesa.
Pero lo que más llamaba la atención y resultaba hasta conmovedor, era la sonrisa de felicidad que todas ellas tenían, esa felicidad que solamente tienen las niñas y niños en sus primeros años y que ahora disfrutaban por estar participando en esta singular experiencia.
Además de las dos religiosas que las acompañaban, el personal del hotel también estaba atento y cordial, ofreciéndoles los platillos, jugos, leche, pan, yogurt, frutas.
En ese esmerado servicio participaban desde la guapa recepcionista de la Casa, los meseros y las cocineras que estaban, todos atentos, a que las pequeñas tuvieran los alimentos de su tan especial desayuno.
Antes de que termináramos de desayunar, llegó al restaurante del hotel Casa de la Iaia, ubicado en la calle 5 entre Oriente 2 y 4 en el centro de Orizaba, otro grupo de pequeños infantes, pero ahora se trataba de humildes niños, que también fueron a disfrutar de un desayuno inolvidable.
Queremos imaginar, que la invitación a disfrutar del bufet dominical, se debe a la generosidad de un empresario orizabeño, que sabe que una de las leyes del universo dice que en la medida en que te desprendes de lo que tú tienes, se te devolverá de alguna manera multiplicado.
Vivimos tiempos difíciles para todos los negocios y empresas, pero estamos seguros de que son muchos, los que obtienen ganancias cuantiosas, que al final de cuentas, les permiten poder ayudar a quienes como esas pequeñas niñas y niños orizabeños, reciben, aunque sea por un día, un regalo que seguramente quedará grabado en sus corazones.
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