Es vergonzoso que la violencia de género sea aún parte de nuestra vida cotidiana, subyaciendo como una pesadilla de las más oscuras y nefastas caras de nuestra sociedad mexicana, ésta marcada por la violencia y la sinrazón, donde el dolor y el pesar de muchos no es suficiente acicate para desterrarlas; son humores que ofenden a las víctimas y seguramente alimentan a los agresores.
Para la Organización de Naciones Unidas, la violencia de este tipo es definida como todo hecho que ocasione “un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como privada”.
El 63% de las mujeres mayores de 15 años ha sufrido algún tipo de violencia de género, lo que deja muestra del nivel que alcanza la agresión socialmente establecida y extendida en nuestro país, haciendo más dramático el hecho de que en la mayoría de los casos el agresor es la pareja de la víctima.
La desigualdad de género es sin duda una concepción añeja fuertemente arraigada en la base social sobre la que se ha construido la historia del mundo, se trata de una concepción de la organización y estructura social que fortalece el papel del hombre y demerita el rol de la mujer a un segundo plano, escatimándole su derecho de igualdad ante la ley. Ahora para la ley hombre y mujer son iguales, sin embargo las prácticas de agresión siguen haciéndose presentes.
Según el Gabinete de Comunicación Estratégica con datos de una encuesta realizada en el presente año en nuestro país, el 50.9 % de los entrevistados opinó que la psicológica es la forma de violencia que más se presenta, el 32.6 % la física y el 12.3 % la sexual.
La ONU afirma que la violencia contra las mujeres tiene tres rasgos: Invisibilidad, “Normalidad” e Impunidad, elementos que se sustentan en pautas culturales que la vuelven privada, explicada y a resguardo en las arraigadas costumbres machistas y con visión patriarcal, donde se justifican los hechos que violentan la vida de millones en México y en el planeta.
México pareciera ser un país no apto para mujeres; así lo refleja la condición de violencia diaria contra ellas, expresada en sus múltiples formas y grados. Lo sucedido a Ana Gabriela Guevara y peor aún el acoso social que le propinaron posterior a la golpiza, habla de amplios sectores insolidarios y duros que en lugar de indignación, les provoca la burla o la indiferencia.
La violencia de género en México para la ONU es ya una pandemia que nos ubica entre los veinte peores países, no es casual, el deterioro general del entramado social tiene particularidades vergonzantes, empezando por el sello nacional del machismo, recrudecido y profundizado por un esquema violento de convivencias sujetas de la ley de la selva, de derechos pisoteados y de impunidades bajo las cuales se cobijan los actos de la barbarie.
Todos los gobiernos deben actuar en consecuencia frente a comportamientos que se acentúan de violación de los derechos de las mujeres o de cualquier colectivo y los castigos ante cualquier hecho que perjudique la integridad de grupos que enfrentan el acoso de la intolerancia y la arbitrariedad. Debe reconocerse su existencia, respetando e interiorizando el curso de la legalidad y la tolerancia hacia la integridad de género, diversidad, religión o identidad étnica.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
La nueva administración debe de reconocer las capacidades y esfuerzos de sus trabajadores, rescatar a Veracruz es una tarea de todos.
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