El gobierno que está por llegar enfrenta desde ahora un escenario de desastre mucho mayor del que se calculaba recibir; las variables veracruzanas de una crisis masificada y profunda deben verse como un riesgo para la estabilidad y gobernabilidad de la entidad, pues el gran corruptor y su séquito de jóvenes ambiciosos y deshonestos realizaron una deconstrucción institucional de enormes proporciones, dejando tras de sí un entramado débil y denigrado frente a la sociedad, que requerirá de un esfuerzo político y administrativo superior, tan masificado y profundo como el daño infligido. No entenderlo sería riesgoso y no actuar en consecuencia lo sería aún más.
El debate por el Veracruz que queremos implica el debate del Veracruz que tenemos. Los niveles de dislocación son profundos y dejan en claro las dolencias de millones que padecen pobreza, miedo y conculcación de sus derechos a manos de un grupo político y de gobierno que estableció sus privilegios desde el poder, ignorando por completo las necesidades de la sociedad.
La alternancia política lograda debe ser mucho más que solo unos nuevos cuadros directivos al mando. El tamaño de la tragedia veracruzana hasta ahora conocida y la derrota electoral de ese grupo político, exigen de los ganadores de la elección una transición de fondo, la que reclama la sociedad vulnerada, harta y desencantada.
Desde ahora deberán darse señales de que éste será un gobierno diferente, un gobierno con nuevas formas de ejercer el poder y administrar los recursos ajustado a la ley, comprometido con la transparencia y rendición de cuentas como plataforma de acción y particularmente consciente de que la eficiencia y la responsabilidad de dar resultados es un imperativo del tiempo que durará en el encargo.
Los partidos que conforman la coalición que da origen al gobierno entrante PRD-PAN, el arribo vital para el juego democrático de MORENA y la nueva condición de fuerza política ya no en el gobierno, ni con mayoría del PRI y sus aliados tendrá que obligar a estos actores a poner un mayor esfuerzo y una mejor calidad en la discusión política. A todos les fue extendido un cheque de representación que no está en blanco, que refleja una nueva configuración de las voluntades ciudadanas que debe obligarlos a estar a la altura de las circunstancias.
Estamos, en Veracruz, en situación de urgencia, de obligada e inmediata construcción de salidas ante la evidencia de las corruptelas e impunidades del gobierno y la ingobernabilidad generada, el debate que se solicita en este escenario no puede montarse sobre la descalificación de todo y de todos o sobre un escenario sin conflictos o de consensos totales; lo que se requiere es el establecimiento de un diálogo que, en el reconocimiento de los pesos y contrapesos consustanciales al ejercicio político y de gobierno, reconozca que no puede haber simplemente acuerdos de suma cero, que nuestra entidad requiere de generosidad política para reconstruirse, de compromiso ciudadano para restaurarse, de la decidida suma de voluntades de todos los principalmente involucrados en esta apuesta, tanto del ejecutivo como del legislativo.
La miseria y la desvergüenza de la clase política que gobernó los últimos doce años tiene que ser el fondo del que tenemos que salir; las consecuencias nefastas del predominio de esas formas de convivir y hacer el ejercicio de la administración pública y la política tienen que cesar; reconocer las dificultades debe trascender el patinar en el fango de las lamentaciones que no generan propuestas, perdiéndose en las arengas y las descalificaciones. Empecemos cuanto antes pues se necesita mucho más para revertir la situación.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Frente a los problemas veracruzanos la simulación, el desdén y el abandono federal.
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