Cuando una fuente bastante confiable de la PGR, hace poco más de dos semanas, me confirmó que Javier Duarte ya no estaba en México, de inmediato lo compartí en este espacio; por ello, la publicación de hace algunos días en Reforma no me sorprendió, por el contrario, me ratificó.
Esto escribí el pasado 8 de diciembre:
"Dentro de todas estas versiones que corren respecto a la figura del prófugo Javier Duarte, se me ha comentado la existencia de una que ha puesto focos rojos en la propia PGR: el ex gobernador estaría por aparecer públicamente en otro país, y desde ahí, afirmar a todo México que su caso es el un perseguido político".
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"Se me ha dicho que de ser cierta esta versión, las únicas naciones donde Javier Duarte podría reaparecer serían Canadá o Irlanda, por las facilidades que ambos países proporcionan para los personajes que se califican en esa categoría".
Aunque buena parte de la opinión pública piense, de manera justificada, que la Federación sabe dónde se encuentra Javier Duarte, mis fuentes, las cuales hasta el momento han acertado, me afirman que no es así. La investigación continúa y hay indicios concretos sobre sus posibles paraderos, pero sólo eso.
La consigna desde Los Pinos y Bucareli sigue siendo la misma de hace un mes: capturar a Javier Duarte antes de que finalice el año; hacer que reciba el 2017 en algún reclusorio federal, e intentar demostrar que ya encerrado, no "embarraría" a ningún encumbrado funcionario, como gran parte de la voz popular sostiene.
Si las cosas no ocurrieran de acuerdo al "Plan A", es decir, dar con Duarte antes del 31 de este mes, el "Plan B" consiste en entregarlo previo a celebrarse las elecciones del 4 de junio del 2017, bajo la premisa de contribuir a que su captura pudiera reflejarse, eventualmente, en las urnas y el ánimo social.
En Veracruz no hay personaje más desacreditado que Javier Duarte. Sus excesos, aunados a los de su familia de sangre y política eran conocidos. En sus fiestas, el ex gobernador solía tomar botellas de "Screaming Eagle" y "Petrus", mismas que superaban los cien mil pesos cada una; de hecho, semanas previas a la elección, adquirió para Casa Veracruz, con dinero de los veracruzanos, venados para su jardín, mismos que podía observar desde sus ventanales, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Duarte cometió muchas arbitrariedades, ofensivas de verdad, eso nunca fue secreto, sin embargo, todas resultan una pequeñez ante el más lastimoso de todos sus excesos: la ambición que lo llevó a desviar cientos de millones de pesos de los veracruzanos, sin importarle, en ningún momento, la pobreza que con ello provocó.
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