Dentro de estas reformas estructurales, la energética era la de mayor peso y trascendencia, en su labor de convencimiento se decía que bajaría el costo de los combustibles. La esperanza era una moneda al aire, había quienes apostaban por una cara águila o por la otra, sol.
Lo cierto es que el viejo sueño del presidente Enrique Peña Nieto de unir a los mexicanos está a punto de cumplirse, pero en su contra. El motivo tiene su origen en la reforma energética, la panacea del sexenio, la cereza del pastel de la actual administración pública que aseguraba que no habría incrementos en el precio de la gasolina y que, por el contrario, este producto bajaría de precio.
El anuncio de Pemex acerca de la liberación del precio de la gasolina que aumentará en promedio un 20 por ciento, por fin unió a los mexicanos, que se han montado en la redes sociales para cabalgar en una revolución pacífica pero mayoritaria, convocando a una gran manifestación nacional para el 7 de enero a las 10:00 horas, en cada plaza principal de todos los estados, ciudades y poblaciones.
El Whats App, twitter, el correo electrónico, Facebook, y todas las redes sociales habidas y por haber, se convierten en una especie de volantes callejeros que llegan a cada uno de los mexicanos para invitarlo a expresarse contra el gobierno, contra las alzas en las gasolinas, contra el presidente de México.
Los mexicanos de izquierda y de derecha, religiosos o ateos, pobres o ricos, los empresarios y los obreros, están inconformes con esas medidas que representan un insulto.
La unidad de los mexicanos se expresa ante las contradicciones que afectan a todos los mexicanos. El gasolinazo es el detonante. Es la gota que derrama el vaso. Es el colmo de los colmos.
Cada mexicano con teléfono celular, es decir, 80 millones, han recibido la convocatoria a esta movilización varias veces en su aparato. Las paredes, reservadas para los grafitis han dejado espacios en las calles para esa misma invitación del 7 de enero. Concentrarse en el ombligo de cada una de las ciudades y poblaciones del país a gritar no al alza en las gasolinas, no al gobierno, no al presidente.
Un “NO” generalizado, que es una reacción natural ante el exceso de una clase política que sólo ve los beneficios propios y se olvida de quienes los colocaron en puestos donde debieron interpretar las necesidades de una población que, desde el inicio del sexenio, exigía cambios estructurales, pero en la política, no en la economía. En los políticos y no en las empresas del pueblo. Porque todas las reformas estructurales tienen el objetivo de empobrecer más al país.
La economía del actual gobierno tiene el objetivo de dar más al que más tiene, a costa de la miseria de los pobres.
La expresión por sí misma es un YA BASTA, que se generalizó desde hace unos días, cuando Hacienda, carente totalmente de sensibilidad política, anunció la liberación de los precios de un producto cuya tarifa afecta la economía de todos los mexicanos.
Pero el secretario de Hacienda asegura que los mexicanos no tienen por qué preocuparse porque eso saneará las finanzas públicas y la economía del gobierno deja de depender de la venta de las gasolinas.
Es decir, estando bien el gobierno, lo demás no importa. Porque los beneficios del alza de las gasolinas lejos de beneficiar a los mexicanos, como se había prometido luego de echar a andar la reforma energética, será todo lo contrario.
Es decir, la inconformidad no es más que una respuesta a un mal gobierno. No es una provocación, ni la manipulación de un partido o un líder, de una ideología o de una corriente política de moda, es la expresión natural de un pueblo que ya no tolera más abusos de quienes nunca se han preocupado por el bienestar de la población.
La simple convocatoria es un grito desesperado ante la complicidad de los partidos políticos y un gobierno que nunca voltean a ver al pueblo.
No queda otra alternativa que ver lo que sucede desde la comodidad del hogar, o encontrarse en las plazas principales, para saber lo que sucede… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.
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