Alma grande.
Ángel Álvaro Peña.
 

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Mexicano únete, lucha por la dignidad
2016-12-30

El mensaje de fin de año de la Presidencia de la República, surgido de la amenaza de medidas rígidas contra nuestro país una vez que tome posesión Donald Trump, tuvo como principal objetivo unir a los mexicanos, hacer un frente común para enfrentar las consecuencias de las decisiones del presidente electo del vecino país.


Enrique Peña Nieto siempre tuvo como tema recurrente en sus discursos la unidad de los mexicanos. Recordemos aquel Pacto por México, que unificó criterios para sacar adelante la reforma energética y otras, donde firmaron los dirigentes nacionales de todos los partidos políticos. Era necesario el consenso sólo de las cúpulas de los partidos para que sus legisladores recibieran la orden de aprobar las reformas estructurales, cuya necesidad de implantar se mostró a las pocas horas de que tomara posesión la actual administración.


Desde luego eran momentos de entusiasmo, que si bien no lograron unir a los mexicanos por lo menos los spots de televisión y radio les daban un poco de esperanza a la población. Algunos decían que iba a haber educación de calidad, pero la gran mayoría de esos anuncios estaban centrados en difundir los beneficios de la gran reforma: la reforma energética, que prometía un mejor nivel de vida para los mexicanos, porque las tarifas del suministro de luz bajarían considerablemente, pero sobre todo iba a dejar de haber los llamados gasolinazos, que consistían en el alza del precio de la gasolina mensualmente, impuesta por el presidente de derecha, Felipe Calderón, y que incrementó la inconformidad social de una clase media que se encontraba más o menos cómoda dentro de los esquemas de economía política de ese momento.


Dentro de estas reformas estructurales, la energética era la de mayor peso y trascendencia, en su labor de convencimiento se decía que bajaría el costo de los combustibles. La esperanza era una moneda al aire, había quienes apostaban por una cara águila o por la otra, sol.


Lo cierto es que el viejo sueño del presidente Enrique Peña Nieto de unir a los mexicanos está a punto de cumplirse, pero en su contra. El motivo tiene su origen en la reforma energética, la panacea del sexenio, la cereza del pastel de la actual administración pública que aseguraba que no habría incrementos en el precio de la gasolina y que, por el contrario, este producto bajaría de precio.


El anuncio de Pemex acerca de la liberación del precio de la gasolina que aumentará en promedio un 20 por ciento, por fin unió a los mexicanos, que se han montado en la redes sociales para cabalgar en una revolución pacífica pero mayoritaria, convocando a una gran manifestación nacional para el 7 de enero a las 10:00 horas, en cada plaza principal de todos los estados, ciudades y poblaciones.


El Whats App, twitter, el correo electrónico, Facebook, y todas las redes sociales habidas y por haber, se convierten en una especie de volantes callejeros que llegan a cada uno de los mexicanos para invitarlo a expresarse contra el gobierno, contra las alzas en las gasolinas, contra el presidente de México.


Los mexicanos de izquierda y de derecha, religiosos o ateos, pobres o ricos, los empresarios y los obreros, están inconformes con esas medidas que representan un insulto.


La unidad de los mexicanos se expresa ante las contradicciones que afectan a todos los mexicanos. El gasolinazo es el detonante. Es la gota que derrama el vaso. Es el colmo de los colmos.


Cada mexicano con teléfono celular, es decir, 80 millones, han recibido la convocatoria a esta movilización varias veces en su aparato. Las paredes, reservadas para los grafitis han dejado espacios en las calles para esa misma invitación del 7 de enero. Concentrarse en el ombligo de cada una de las ciudades y poblaciones del país a gritar no al alza en las gasolinas, no al gobierno, no al presidente.


Un “NO” generalizado, que es una reacción natural ante el exceso de una clase política que sólo ve los beneficios propios y se olvida de quienes los colocaron en puestos donde debieron interpretar las necesidades de una población que, desde el inicio del sexenio, exigía cambios estructurales, pero en la política, no en la economía. En los políticos y no en las empresas del pueblo. Porque todas las reformas estructurales tienen el objetivo de empobrecer más al país.


La economía del actual gobierno tiene el objetivo de dar más al que más tiene, a costa de la miseria de los pobres.


La expresión por sí misma es un YA BASTA, que se generalizó desde hace unos días, cuando Hacienda, carente totalmente de sensibilidad política, anunció la liberación de los precios de un producto cuya tarifa afecta la economía de todos los mexicanos.


Pero el secretario de Hacienda asegura que los mexicanos no tienen por qué preocuparse porque eso saneará las finanzas públicas y la economía del gobierno deja de depender de la venta de las gasolinas.


Es decir, estando bien el gobierno, lo demás no importa. Porque los beneficios del alza de las gasolinas lejos de beneficiar a los mexicanos, como se había prometido luego de echar a andar la reforma energética, será todo lo contrario.


Es decir, la inconformidad no es más que una respuesta a un mal gobierno. No es una provocación, ni la manipulación de un partido o un líder, de una ideología o de una corriente política de moda, es la expresión natural de un pueblo que ya no tolera más abusos de quienes nunca se han preocupado por el bienestar de la población.


La simple convocatoria es un grito desesperado ante la complicidad de los partidos políticos y un gobierno que nunca voltean a ver al pueblo.


No queda otra alternativa que ver lo que sucede desde la comodidad del hogar, o encontrarse en las plazas principales, para saber lo que sucede… Esta columna se publica los lunes, miércoles y viernes.


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